Buenas noches a don Luis Ángel Garrido Bengoechea, periodística y políticamente conocido como el juez Garrido. Le presento a mis oyentes, aunque ya oyeron hablar de usted en este programa. Debe ser usted bastante coqueto, porque en los datos que encuentro en Google figura como fecha de nacimiento “el siglo XX”. Y después del siglo XX llegó a la presidencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco. Una sala muy nombrada por el famoso auto que permite abrir bares y restaurantes.
Y usted, señoría, ha sido el ponente, con lo cual pasa por ser el autor de la resolución, aunque haya sido firmada por otros dos magistrados. Déjeme añadir que también le podría presentar como el terror del gobierno vasco, porque ya en octubre impidió limitar las reuniones a seis personas, alegando que una comunidad autónoma no puede tocar derechos fundamentales. Es decir, que en cuestión de coronavirus, usted se hizo con toda la autoridad. Y, como estamos en un Estado de derecho, se hace lo que Su Señoría dice.
Le voy a pasar un informe a Pablo Iglesias. Mire, magistrado Garrido: yo puedo estar de acuerdo con su auto. Es verdad, por ejemplo, que la mayoría de los contagios se producen en espacios privados. Es verdad también que no tenemos datos que demuestren que esos lugares sean focos de infección. Y es cierto que usted y los jueces que firman decidieron que, siendo importante la salud, hay que evitar la ruina de un sector tan notable en el País Vasco. Pero, apreciado don Luis, habíamos quedado ya en el siglo XX de su nacimiento que los jueces solo hablan en autos y sentencias. Y usted habló fuera del auto y, con perdón, señoría, no le suene a desacato, la cagó, por decirlo en román paladino.
Vale que usted ponga en su WhatsApp “basta de confinamiento”, frase de Van Morrison que suscribo según la hora del día. Pero su diatriba contra epidemiólogos –esos “médicos de cabecera que han hecho un cursillo”—parece dicha después de varias rondas de potes. Señor Garrido, usted que ha sido juez en Betanzos habrá leído lo que escribió Neira Vilas en su “Memoria dun neno labrego”: “ a veces la mejor manera de explicar algo es el silencio”. Y en un juez, siempre una obligación.