Y buenas noches al magistrado de la Audiencia Nacional don José Ricardo de Prada Solaesa. ¡Cuánto anda usted en los papeles, señoría! En los papeles, en las ondas de la radio, en la televisión y en las redes. Supongo –solo supongo, porque no tengo datos—que en sus 63 años de vida no se ha visto tan citado en las crónicas, tan buscado por los medios, tan zarandeado en el discurso político.
Ni siquiera cuando fue juez en la Sala de Apelaciones de crímenes de guerra de Bosnia Herzegovina. Ni cuando fue ponente en la sentencia Scilingo. Ni por los trabajos que hizo en el ámbito de la llamada Justicia Universal. Y, si me apura, ni siquiera cuando afirmó que los delitos del franquismo ni prescriben ni son susceptibles de amnistías ni indultos.
Y ahora, ya lo ve: su nombre se interpone entre el PP y la izquierda gobernante. La derecha no lo quiere ver ni en pintura, y menos en el Consejo del Poder Judicial, dicen que por la sentencia de la Gürtel. El PP considera que es fraude de ley colar a Su Señoría por la puerta de atrás de los juristas de reconocido prestigio. Al otro lado, los socialistas no quieren entregar su cabeza, como entregaron la de Victoria Rosell, para no provocar las iras de Podemos, para quien Prada es oro de ley y garantía de verdadera justicia.
Y así, en esta pelea de titanes, su candidatura ha cortado en seco la brevísima luna de miel que hubo entre Pedro Sánchez y Pablo Casado y amenaza con prolongar la interinidad del Consejo hasta que las ranas críen pelo, cosa que no se espera en los próximos siglos. Yo iba a pedirle, magistrado, que sea usted el que renuncie. Iba a pedirle, como gran profesional de la Justicia que es, que tire la toalla para que por su culpa no se crispe más la política, ni sufra más el gobierno de los jueces, ni se deterioren más las instituciones.
Por una sola persona, por ilustre que sea, la política no debiera desprestigiar al Poder Judicial. Por eso le iba a decir: retírese, Prada, en un acto de generosidad. Pero he visto que usted declara que no son compatibles veto e independencia judicial y, si usted es esa independencia, no se lo puedo pedir. A un hombre que representa tanto, no se le veta. Se le sube a un pedestal.