Buenas noches a doña Laura Borrás Castanyer, nueva presidenta del Parlament de Cataluña. Debo expresarle, señora Borrás, mi respeto por su bagaje intelectual, mi aprecio por sus escritos, mi lamento porque no haya sido más traducida al castellano y mi pena porque la política disminuirá su actividad creativa. Aparca usted la filología y se dispone, no a escribir épica, sino a ser un personaje épico.
Quiero decir a mis oyentes que se fijen en su persona, porque está naciendo una mártir del independentismo. No puedo adivinar su destino penal, pero está investigada por cuatro delitos que fíjese cómo suenan: falsedad, prevaricación, fraude, malversación. Suenan tan fuerte, que hasta la CUP se opuso a que sea presidenta, porque cualquier día puede ser inhabilitada. Pero usted juega a eso: a que la inhabiliten, y así la alegre carrer borroka podrá quemar en su honor unos cuantos contenedores, desvalijar unas cuantas tiendas, herir a unos cuantos Mossos. Y, si eso no ocurre, tiene usted mecanismos de repuesto: en su discurso de hoy solo le faltó ponerse en jarras al declarar sus intenciones. Han sido diáfanos, presidenta.
Usted no va a reiniciar el procés.
Lo toma en el punto en que lo dejó Carmen Forcadell, que fue la declaración unilateral de independencia, que entonces duró unos segundos, pero usted tiene cuatro años por delante. Entiende al Parlament como el de una nación soberana, libre de la injerencia de los demás poderes. Ni los gobiernos, ni los jueces, ni por tanto las leyes del Estado podrán hacer nada frente a usted. Borrás y cierra Cataluña. Borrás ordena choque trenes, ahora de verdad. Atención, letrados del Parlament: la ley es Laura Borrás, su partido y sus votantes.
Atención, magistrados del Constitucional: ni se les ocurra corregir una coma de las sagradas resoluciones parlamentarias. Atención, Justicia española, es decir, perversa y opresora: mira dónde aplicas tus códigos, que Laura tiene el suyo y suena solemne y desafiante: “Que nada nos limite. Que nada nos sujete”. Y atención, Cataluña: te vuelven a la senda de la confrontación, que es la senda que ya se nota del declive. Declive poético. Decadencia que empieza a versificar una mujer, juglar y mártir, que lleva su nombre, Laura Borrás.