Buenas noches, Joaquín Leguina. Ya ve cómo son las cosas. Escribe usted novelas fabulosas, o a mí me lo parecen. Publica unas memorias casi íntimas, llenas de ironía y de nostalgia. Hace estudios imprescindibles para conocer la historia de España y del socialismo español en el último medio siglo, ¿y qué ocurre? Sus seguidores nos deleitamos, incluso envidiamos episodios de su vida, se publica alguna reseña más o menos cordial, y ya está.
En lo referente al militante socialista, escribe un libro que titula “Historia de un despropósito” sobre la gobernación de Zapatero. Y otro que se titula “Historia de una ambición”, ninguno de los dos es muy partidario, y no pasa nada. No creo que le haya llamado ninguno de los aludidos. Tampoco le llevaron al comité de disciplina. Alguien habrá dicho en la Ejecutiva Federal: “bah, son las cosas de Leguina”. Y alguien habrá dicho algo de mayor profundidad: son libros, presidente; son libros, secretario general. Lo que está en los libros no cuenta. Si ya lo dijo Azaña como gran consejo: “si quieres mantener algo en secreto, publícalo en un libro”.
Leguina, algo contribuyó al PSOE
Y así, camuflado bajo el manto de la libertad de expresión, el Partido Socialista al que algo contribuyó Joaquín Leguina en su vida, pasó de sus novelas, de sus ensayos, de sus recuerdos y sus juicios. Supongo que cuando entrega una obra a su editorial, piensa aquello que decía un escritor del XIX: “vengo a arrojar un nuevo libro a la indiferencia pública”. En su caso, a la indiferencia del Partido Socialista. Ah, pero un día usted y Redondo Terreros aparecen en una foto con Díaz Ayuso y es como si hubieran cometido un crimen. ¡Crimen de leso partido! La Ejecutiva hace catarsis de las elecciones de Madrid, y les abre expediente de expulsión.
Puedes ser crítico en los libros; pero rompes la disciplina de “al enemigo, ni agua”, y te excomulgan. ¡A las tinieblas exteriores! No saben con quién han dado. Le entrevista Juan Ramón Lucas, lo entrevistó anoche, Leguina, y le salió del alma: “me la suda”. Otra frase para la historia. Otra frase de tres palabras, que en la política española son definitivas: “te pego, leche”, “váyase, señor González”. Y ahora, “me la suda”. No es una indisciplina, Joaquín. Es un editorial.