Saludo con especial afecto al militante del Partido Popular. Al que defiende esas siglas en un pequeño pueblo; al que rige los destinos de un municipio, al que estuvo todo el día en el barullo de una fábrica o del tráfico de la gran ciudad y le llegaron los ecos del conflicto, le parecían los tiros de una guerra y terminó la jornada preguntándose qué diablos ha pasado aquí. Nos lo preguntamos todos, militante.
Veíamos, como Ucrania, los tanques de Casado a un lado, los cazas de la OTAN Ayuso al otro. Hasta hoy fue guerra fría y de medición de fuerzas. Hoy está fracasó rotundamente la diplomacia y saltó el incidente que provocó la gran conflagración. Tú te preguntas quién es el culpable del estallido y quién será la víctima final. El culpable que el conflicto mismo que se venía fraguando.
Los tanques de Casado a un lado, los cazas de la OTAN Ayuso al otro
En Génova había necesidad de tumbar a Ayuso y se le buscó todo, hasta llegar a su hermano. Gran injusticia, porque ese hermano lleva casi 30 años, desde que Isabel era una niña, como comercial con un cliente llamado Sanidad. Tiene proveedores y tiene ese comprador y, naturalmente, lleva comisión de las ventas. Ese es su trabajo. Pero alguien creyó en Génova que con ese arma se mataba a la presidenta de Madrid. Y la presidenta reaccionó como fiera herida en defensa de su honor. Y Génova, acorralada, envió al secretario general como general secretario a las tres de la tarde, a lanzar la bomba atómica: expediente a la rebelde que se quiere defender. A la hora del telediario: un problema regional, convertido en drama nacional. Delito de rebelión, tipificado en el código de los partidos. Ahora puede ocurrir todo, militante.
Y la presidenta reaccionó como fiera herida en defensa de su honor.
Puede ocurrir incluso que Isabel sea expulsada, pero puede ocurrir también que millones de españoles la saquen bajo palio a la Puerta del Sol. Querido militante: todo es una desproporción. Todo tiene algo de locura, fuego amigo, traición, espionaje, pero qué diablos es esto; qué especie de suicidio, qué tipo de odio, qué clase de venganza, qué sentido averiado de la autoridad, qué regalo a Pedro Sánchez, al Partido Socialista, a Vox y a los demás. Comprendo tu desolación, militante. Si yo estuviera en tu piel, quizá cogería el carnet y lo mandaría a Génova con una amable dedicatoria: métanselo por dónde les quepa.