Buenas noches a Novak Djokovic, de quien tanto se habló estos días. Le debí hacer esta carta hace días, pero quise esperar a que hubiese sentencia del tribunal que ayer sentenció su caso. Esta noche, conocida esa decisión, estoy en condiciones de hacer un juicio personal completo.
Tuvo usted que abandonar Australia como si fuese un delincuente. Casi, casi, si me apura, como cuando el Creador cogió su espada flamígera y echó a Adán y Eva del Paraíso. Su paraíso, señor Djokovic, iba a ser Australia, que le podría dar una nueva corona en su esplendorosa carrera. Pero usted, que tiene casa en Marbella, sabrá que aquí hay un dicho que afirma que se coge antes a un mentiroso que a un cojo.
Se convirtió a sí mismo en un peligro sanitario
Y usted agravó su negacionismo antivacunas con mentiras. Y fue como si medio mundo se hubiera convertido en su delator. Dijo, o dijeron sus abogados, que había dado positivo el 16 de diciembre, y la delación hizo circular las fotos de un acto donde estuvo al día siguiente. Dijo que no había estado en ningún país entre Serbia y Australia, y aparecieron todas sus fotos en Marbella.
Y así se convirtió usted, se convirtió a sí mismo, en un peligro sanitario. No puede alegar que desconociera las condiciones para participar en el Gran Slam, porque hace dos meses el gobierno australiano había avisado: sin vacuna no se está inmunizado, y si estar inmunizado no se puede entrar en ese país. No decía ni siquiera jugar; decía que no se puede entrar. No tiene disculpa, Djokovic, por mucho que su familia se queje del trato recibido. Como dijo Rafa Nadal, hay unas normas, y las normas están para ser cumplidas sin excepción de rango ni relevancia deportiva.
No tiene disculpa, Djokovic, por mucho que su familia se queje del trato recibido
Y ahora, Novak, viene lo peor: Francia ha dicho que, si no se vacuna, tampoco jugará el Rolland Garros. Se castiga tanto al mal ciudadano como al negacionista. Dicen que así se le convierte en mito del movimiento antivacuna. Es posible, pero le digo una cosa: sería mucho más mito si, encima, hubiese humillado al Estado australiano y hubiera conseguido jugar y quizá ganar sin cumplir una norma fundamental. Ahora tiene dos posibilidades: o seguir como símbolo de la resistencia a la vacunación o aceptar unas normas que está demostrado que benefician a la Humanidad. de usted depende, Djokovic. De usted, de su prepotencia y de su orgullo dominador.