Y buenas noches, Barak Obama, conferenciante hoy en Málaga. Se va a sorprender usted de que no le escriba por su conferencia, aunque no descarto hacerlo cuando la lea. Tampoco le escribo por lo que cobra por ella, que oscila, según las fuentes, entre el medio millón y el millón, no sé si de euros o de dólares, qué más da. Le escribo por la frase que usted le dijo al presidente español, señor Sánchez, y que tendrá más titulares que lo dicho sobre el cambio climático, la crisis y otras menudencias. Le dijo usted al señor Sánchez: “¿Cómo puede ser que yo parezca más viejo y tú más joven?” Gran dilema, señor Obama.
Los que somos de aldea tenemos una respuesta, que sería esta: porque tú, Barak, tienes 60 años de edad, y yo, Pedro, tengo diez años menos que tú. Luego aparecerían los cultos y replicarían: lo que quiere decir Obama, aldeano de Lugo, es que Sánchez parece que se hace joven a medida que pasan los años, mientras él envejece. Y los de aldea replicaríamos: es que Sánchez nació un 29 de febrero y solo cumple años cada cuatro.
Y metidos en esta profunda y científica discusión, llegaríamos a conclusiones de grandeza histórica. Por ejemplo, que gobernar España rejuvenece. Sobre todo, si los problemas se reducen a decir que gobernar es resolver los problemas de las familias y las empresas y pensar que se ha dicho la verdad. Rejuvenece, además, porque a ver quién tiene por ahí un partido político más dócil que el de Sánchez; un discurso de oposición a la oposición más fácil que el de Sánchez; un Poder Judicial más resignado que el español; un exilio de rey con menos sentencias que el emérito; unos sindicatos más complacientes que los españoles; un espectáculo más divertido que nuestro Consejo de Ministros, que habría que incorporar a los atractivos turísticos; más ministros agnósticos que salen del Vaticano dispuestos a repartir bendiciones apostólicas de su Apostólica Santidad…
Eso no es que quite años; es que quita achaques y canas. Por eso aquí hay codazos por ser presidente. Y eso que Obama no ha visto a Aznar, cuerpo atlético donde los haya. Ni a Rajoy, que rejuvenece en cada caminata. Ni a Zapatero, que llevará a la tumba a Nicolás Maduro. Es la Moncloa, querido señor Obama. La Moncloa, que ya llaman elixir de la eterna juventud.