Buenas noches a don Xavier Novell, hasta ahora monseñor, y hoy ex monseñor in love. Tiene usted a la parroquia de la diócesis de Solsona sobresaltada, porque, como diría Juan Ramón Lucas, colgó los hábitos por una mujer y retomó los hábitos más deseados por el ser humano desde la manzana de Eva. Tiemble la Iglesia como cunda su ejemplo: la vida en pareja es una carga, pero hasta un caballero andante como Amadís de Gaula se entregó “al mayor vicio e placer que nunca caballero tuvo”.
Le diré una cosa, don Xavier: este escribidor siempre le defenderá. Cree que se excedió en sus afanes independentistas, que no fue justo con los homosexuales, pero en esta decisión ha sido honesto. Ultra en su pensamiento, según quienes le conocen, liberal en la bragueta, según quienes le descubren. Si su compañera sentimental, la escritora de novela erótica y satánica Silvia Caballol se lo permitía, pudo usted llevar una doble vida, aunque fuese en pecado.
No sería el primer cura en hacerlo y ello justificaría lo que contó Labordeta: que en el Congreso de los Diputados hubo peticiones de que se castrara a párrocos de pueblo, quizá porque hacían verdad aquella copla: Esi las sotanas fueran de bronce, ¡cuántos campanazos se oirían!E. En La Celestina se cuenta cómo la clerecía regalaba los diezmos a las mozas de su burdel, y no creo que fuese por caridad cristiana. De nuestro Siglo de Oro hay cientos de testimonios de clérigos que cohabitaban con barraganas no confesas, pero muy bien confesadas.
Obligado a elegir entre el cielo prometido y el paraíso terrenal
Y hace ahora 30 años un movimiento llamado "Los 300 curas de Madrid" pidió a la Iglesia que facilitara a los cristianos "una convivencia gozosa con la sexualidad". Como la Iglesia no se mostró generosa para esa convivencia, ni siquiera con los tonsurados, usted se vio obligado a elegir entre el cielo prometido y el paraíso terrenal. Pero fue honesto, repito. Perdone si llevé mi carta por el cauce sexual, cuando quizá solo sea una gran historia de amor.
El amor pudo más que la mitra. Bienvenido al mundo de la inmensa mayoría, porque qué diablos, con perdón: pudo haber pecado mientras Satán le tentaba. Dejó de pecar cuando, entre la pastoral y la mujer, renunció al disimulo y optó por la mujer.