Pablo Alcaide López, que hasta ahora hemos conocido simplemente como Pablo. Hasta ayer no eras nadie. Eras un chico más de Logroño, de 16 años en quien poca gente se había fijado. Hoy eres una especie de héroe nacional a quien muchos, empezando por el presidente Sánchez, han erigido como símbolo de la nueva juventud. Yo también lo hago, Pablo.
Viste los destrozos que habían hecho los vándalos, bastantes de tu misma edad, viste las calles llenas de basura de los contenedores, viste los escaparates reventados, los cristales por la calle, los carteles arrancados y convocaste a tus amigos para restaurar la hermosa faz de Logroño. Aparecieron todos y más con escobas, con bolsas de basura y limpiasteis los espacios públicos, devolvisteis a su lugar el mobiliario urbano, restaurasteis los carteles, volvisteis a colocar los contenedores. Solo hay una cosa que no pudisteis hacer: restaurar los escaparates o devolver la mercancía robada en las tiendas.
Insólito, Pablo: nunca hemos visto nada así, lo cual agranda tu mérito. Ejemplar, Pablo: he ahí una muestra de lo que dice Pedro Sánchez, la juventud que construye. ¿Qué te ha movido, muchacho, para esa auténtica acción de rebeldía? Sin duda, el trabajo de tu madre, la empleada municipal de limpieza de Logroño, la barrendera. La has visto deslomarse, como creo que tú has dicho. Has visto la dureza de su empleo. La has visto llegar a casa rendida. Te has identificado con su modesto oficio de salario escaso, pero imprescindible servicio. Has aprendido a valorar la limpieza de tu ciudad, a los brazos de tu madre debido. Has decidido que no hay derecho a que unos salvajes, en una orgía de destrozos, destrocen el trabajo de esa mujer y dejen a Logroño impresentable.
Y con tus amigos habéis dado un grandioso ejemplo a jóvenes y mayores. A mí no me vale eso de decir que no todos los jóvenes practican el vandalismo. Claro que no. Lo que ocurre es que solo algunos, llamados por ti, Pablo, habéis puesto manos a la obra a cara descubierta, sin miedos ni complejos. Grandioso ejemplo, chaval. Ojalá no sirvas solo para el mensaje político. Ojalá te conviertas, porque lo necesitamos, en símbolo de una generación.