Y buenas noches a un lejano compañero de oficio, pero ya muy querido compañero. Te llamas, si sé pronunciar bien tu nombre, Roman Protasevich. Tienes 26 años, eres un crío, pero acabas de entrar en la gloriosa lista de las víctimas de quienes persiguen la libertad de expresión. Tu historia es hoy la más difundida hoy en el mundo y la que movilizó más reacciones al más alto nivel, desde el gobierno de Estados Unidos a la presidencia de la Comisión Europea.
Una historia de terror, Roman, pero de terror de Estado. Un viaje en avión con tu novia desde Grecia a Lituania, un volar sobre el espacio aéreo de tu tierra, Bielorrusia, un caza del ejército que aparece en el cielo, una orden de aterrizaje por una inventada amenaza de bomba, un aterrizaje obligado en Minsk, y tú y tu novia, detenidos. Lectura de Borrell esta mañana aquí en Onda Cero: secuestro del avión. Un avión secuestrado por un gobierno. El gobierno bielorruso de Lukashenko secuestra ese avión para detenerte a ti, al más puro estilo de su amigo Putin. ¡Y cómo mienten los gobiernos asesinos!
Mienten, inventan excusas, apelan a no sé qué derecho de aviación y ahora aseguran que buscan el origen del bulo de la bomba. Y la única verdad es que tú y tu novia estáis en no sé qué cárcel, sabe Dios a qué torturas sometidos. El altísimo precio que tienes que pagar, Roman Protasevich, por contar en Telegram la represión que ves en tu país. Eres de los pocos detenidos por usar una red social para informar. A los que propagan mentiras de forma anónima o por orden de algún Estado –muy próximo al tuyo, por cierto-- dicen que no hay forma de silenciarlos. A los que defendéis la verdad a pecho descubierto os encierran para callaros.
Si hay que secuestrar un avión en el aire, se secuestra. Forma parte de los métodos de una dictadura. ¡Qué poco te han dejado hablar, joven Protasevich! A los 26 años ya eres carne de prisión. No sé si algún día te dejarán salir. Quizá se necesite un cambio de régimen. Pero te digo una cosa: nunca hubo una dictadura que haya sobrevivido. Durarán mucho, tendrán una duración que nos parecerá interminable, pero al final siempre gana la libertad.