Buenas noches, plusvalía. Hola y adiós. Está claro que todo me llega tarde, lo he dicho muchas veces y lo tengo que repetir otra vez. Suspendieron el servicio militar cuando lo había hecho, esa es mi mayor amargura. Y otras muchas suspensiones. Y hoy, lo tuyo, plusvalía: el Tribunal Constitucional te suspendió como diciendo "vamos a ver si le queda algo por vender a ese señor de Lugo; si no le queda nada, anulamos la plusvalía". Y así lo hizo el altísimo Tribunal en la pedrada más dura lanzada contra las arcas municipales.
Los ayuntamientos, sobre todo los más urbanos, vivían de tus ingresos, plusvalía. Y además, funcionabas como un reloj. Por malo que fuera el alcalde, por torpe que fuese la corporación, tú eras el ejemplo máximo de la eficacia municipal. Cada vez que se vendía un piso saltabas como un resorte: hola, hola, soy la plusvalía, y nos dabas un susto de muerte.
Deberían haberte nombrado alcaldesa de honor
La parte recaudadora se disfrazaba de buitre y aterrizaba sobre la cuenta corriente como si no tuviera otra cosa que hacer en esta vida. Y si alguien recurría porque había vendido con pérdida, puro estado de necesidad, muchas corporaciones tenían gracia jurídica suficiente para cobrarte a pesar de todo. O para hacer que no habían recibido tu recurso, algo también habitual. Yo no sé, plusvalía, cómo no te han hecho una estatua en todas las plazas mayores de este país. Deberían haberte nombrado alcaldesa de honor, porque gran parte de la transformación del paisaje urbano de este país se hizo con tu apoyo. Tú has sido el motor de ese cambio, autora de rotondas, de alumbrados públicos, de piscinas y recintos deportivos. ¿De qué se van a nutrir las arcas más próximas al ciudadano?
Ahí tiene, ministra Montero, un nuevo aspecto para la reforma fiscal que prepara. Todo el mundo reclama dinero, pero solo los ayuntamientos tienen razón de urgencia. Por eso tu desaparición me deja el corazón partido: alegre por el vendedor, triste porque soy municipalista. Pero tu nombre suena tanto a especulación, que te transformo y te aplico la copla que el pueblo español dedicó a una reina que se exiliaba: "Y esta España acostumbrada a pagar en vano, / esta España tan falta de alegría / despide a su querida plusvalía / con la salva de un cuesco soberano".