Y buenas noches al presidente de la República Checa, cuyo nombre, como saben los entendidos, es Milos Zeman. Le he visto, señor presidente, en una imagen insólita que algunos medios consideran simbólica de este tiempo: metido en una especie de urna de plástico o plexiglás, que parece usted un asesino en serie o un terrorista metido en una cabina de cristal blindado mientras se celebra su juicio. Está usted para meterse en la cama con respirador artificial. Pero está impecable, con su traje, su corbata y su pose presidencial en silla de ruedas, que un jefe de estado puede perder la salud, puede estar envuelto en plexiglás, pero nunca puede parecer que pierde su dignidad.
Lo que hace desde tan singular habitáculo es dar posesión al nuevo primer ministro, el señor Petr Fiala. La icónica escena se tuvo que retrasar porque usted estaba internado por coronavirus, pero le dieron el alta hospitalaria, y ahí está usted, dispuesto a cumplir su deber como presidente. Y pesar de ese aislamiento, su primer ministro y acompañantes están a una distancia que supera ese concepto de distancia social de la que tanto sabemos: dos metros cuando quien pone la señal es muy estricto; metro y medio cuando no hay sitio para más. Los fotógrafos y demás reporteros, ni les cuento: seguro que dejaron pasar a uno, porque dos serían multitud. Pero por ser vos quien sois y por ser la plaga lo que es, esa foto recibe el título de símbolo de este tiempo.
Si el Covid no fuese tan contagioso, si usted mismo no tuviera miedo al ataque de otros virus, seguro que le hubiera dado posesión a Fiala en la propia unidad de cuidados intensivos del hospital. Un Jefe de Gobierno no se nombra todos los días. Un jefe de Gobierno no puede esperar a que el jefe del Estado se ponga bien. Una nación no puede estar al mismo tiempo sin jefe de Estado ni jefe de Gobierno, porque a los pueblos les entra complejo de provisionalidad. A ver qué dice ahora la opinión pública, presidente. Al verle de esa guisa no faltará quien le colme de elogios por su sentido del deber. Y no faltará quien le diga que, si hay que protegerle con una cabina de plástico, ya no está en condiciones de presidir la República. Aquí, por menos, en una Pascua Militar, se empezó a pedir la abdicación de un rey.