Creo que es una obligación casi patriótica saludar a los presidentes de todas las comunidades autónomas, conservadores, socialistas o nacionalistas. Saludarles y enviarles un testimonio de ánimo y de apoyo. Les ha caído, señoras y señores presidentes, la mayor responsabilidad que puede tener un gobernante en este tiempo: gestionar la pandemia en su ámbito territorial.
El jefe del Gobierno central delegó en ustedes nada menos que la administración del estado de alarma. Les dijo: ahí lo tenéis, haced con él lo que podáis. Y así, cada uno adopta las medidas que se le ocurren y que buenamente creen más eficaces. Un confinamiento por aquí, un toque de queda por allá, un empezarlo a las 23h, un mejor a las 22h, un comentarlo con el vecino, un llamar a Illa a ver cómo va la cosa, un mirar la prensa internacional a ver lo que hacen por ahí, un hablar con mucha gente por si se les ocurre algo original. Y más allá de eso, el vértigo.
El vértigo que produce pensar que una decisión puede arruinar un sector, dejar a cientos o miles de trabajadores en un ERTE, quién sabe si en el paro. El vértigo de mirar a Cataluña y comprobar que el cierre de bares y restaurantes solo ha servido por ahora para que algunos teman cerrar para siempre. Y en el corto plazo, en dos o tres días, decidir quitarle a la gente, a esa mujer que tiene a su marido enterrado en otra región, el derecho a llevarle unas flores.
En sus manos quedará que los niños canten villancos
Y la Navidad, presidentes. En sus manos quedará que las familias se puedan reunir, que grupos de niños canten villancicos, que la Nochebuena se prolongue más allá de la hora del toque de queda. Y en su inquietud, levantarse por la mañana y ver que, a pesar de todo, sigue muriendo gente y siguen los contagios y quizá el virus se volvió a colar en una residencia.
Seguro que algunos de ustedes miran a La Moncloa y preguntan en silencio: ¿por qué me haces esto, Pedro Sánchez? Es daros mucho poder. Pero es descargar sobre vosotros una enorme responsabilidad; que caiga sobre vosotros un pequeño elogio si la suerte os acompaña; grandes vituperios, si no tenéis esa fortuna. Por eso me parece patriótico asomarme a vuestras vidas esta noche y deciros: ánimo. Ojalá acertéis todos por el bien de este país.