Y buenas noches a Antonio Guterres, secretario general de la ONU. Le envío a usted esta carta y se la podría dirigir a alguna de las frases que ha dicho hoy en la Cumbre del Glasgow. Es que usted, como si fuera una Greta Thumberg de 72 años (ella tiene solo 18) se lanzó a provocar a los dirigentes del mundo con palabras de agitación, pero realistas “basta de tratar a la naturaleza, dijo, como un retrete. Basta de cavar nuestra propia tumba”. Y, como un mandato a los mandamases de este planeta, esta orden: “elegid salvar a la humanidad”.
Apreciado secretario general de la ONU, me gustaría saber si usted cree en lo que dijo o está instalado en el escepticismo, y lo dijo porque algo sonoro había que decir. En todo caso, señor Gutérres, queden ahí sus expresiones de cabreo soberano como el clamor de miles de millones de personas en un momento ya dramático para la tierra. No se trata de salvar un país, como si esto fuese una guerra localizada; se trata de salvarnos a todos, incluidos los barandas que están en Glasgow. Y para ello habrá que dejar de tratar a la naturaleza como un retrete.
¡Qué definición más gráfica, señor Gutérres! Pero mire: algo parecido han predicado multitud de grandes científicos y pequeños activistas; pero apenas se han cumplido los compromisos y los calendarios: hoy mismo se publicó que el año pasado, año de parálisis de fábricas y motores, se volvió a batir el record de gases de efecto invernadero. El récord, secretario general. Empiezo a tener la sensación de que el cambio climático es irreversible porque la mano del hombre lo sigue provocando. Empiezo a sentir el miedo a que las cumbres del clima sean una liturgia inevitable, pero inútil.
Y tengo ganas de pedirle, señor Guterres, que, si usted cree en lo que dice, cuando vuelva a Nueva York debe quitarse el traje de la ONU y convertirse al mismo tiempo en activista. Hágalo, Guterres, para que al menos, si hay supervivientes de la tragedia, puedan decir que hubo un hombre poderoso que planteó un ideal tan elemental. Si lo hace usted y otros tan poderosos como usted, al menos se podrá decir que la lucha por salvar la tierra no es cosa de unos ecologistas utópicos: es la tarea de grandes hombres que vieron venir el desastre de la Humanidad.