¿Sabes a quiénes quiero y debo saludar hoy? A unos ciudadanos de uniforme, quizá policías, quizá guardias civiles, creo que soldados del Ejército, que he visto en fotografías. Uno salva a un bebé en el mar. Otro lleva en brazos a una mujer desmayada o agotada. Otro le da la mano a un inmigrante que apenas se puede sostener de pie. Otros socorren en la playa y ponen mantas térmicas a personas que salen ateridas del agua.
Y los que no he visto, pero son la cara buena de la crisis de Ceuta. Desde el otro lado de la valla, una lluvia de piedras, según dice una crónica de El Faro de Ceuta. De este lado de la valla, pelotas de humo que parecen bombas lacrimógenas. En la arena del Tarajal hay blindados militares, supongo que para intimidar. La tensión es casi bélica, la embajadora de Marruecos dice que hay actos que tienen consecuencias, las opiniones se dividen entre los buenistas que solo ven niños en la multitud y los que ven una humillación nacional en los sucesos.
El presidente de la ciudad autónoma utiliza la palabra invasión. De la diplomacia no se sabe que negocie; llama a consultas. El presidente sube al helicóptero para dar moral a la tropa y tranquilizar a la población civil. Y en medio de todo esto, vosotros, policías, guardias civiles, soldados que no os sentís en ninguna misión bélica, ni siquiera represiva, sino salvadores de náufragos y desfallecidos. No veis en esas pobres gentes, tantos menores de edad, a asaltantes de la frontera, sino a personas en peligro. No trabajáis como personal armado, sino como sanitarios. No parecéis cuerpos de seguridad ni fuerzas armadas, sino cooperantes de una ONG.
Hasta uno de vosotros utilizó la porra para que se agarrase a ella un muchacho que no podía subir al espigón. Creo que voy a coleccionar esas fotos vuestras, sin saber poneros un nombre, qué tristeza, pero con profunda veneración. La política es la política, las relaciones internacionales son ese misterio, los intereses siempre tienen algo oculto. Pero sin vosotros, a esta hora estaríamos contando varios muertos. Y quizá, entre ellos, ese bebé que uno de vosotros tiene en brazos. Gracias, guardias; gracias, soldados. El rostro humano de lo que parece haber perdido toda humanidad.