Buenas noches, último invento de la Humanidad, que no es una vacuna, sino que te llaman Superliga. Pido disculpas al gran José Ramón de la Morena por entrar sin documentación ni permiso en su territorio, pero es que tú también, Superliga, te has salido de su territorio y te has convertido en argumento de los líderes políticos ahora que andan tan locuaces, aprovechando la campaña de Madrid.
Y se habló de ti en el Consejo de Ministros, madre mía. Y estás como argumento de debate en las instituciones europeas. Y, sobre todo, has entrado en el campo de la Justicia y este cronista aprovecha el último resquicio de la libertad, porque un juzgado de Madrid comenzó por prohibir a la UEFA, la FIFA, las Federaciones y las Ligas que tomen cualquier iniciativa contra ti. Y lo más sorprendente: le prohíbe que hagan declaraciones que impidan tu puesta en marcha. Censura judicial se llama eso.
Es lícito elogiarte, decirte como Florentino que vas a hacer el milagro de la resurrección económica del fútbol, pero esas organizaciones no pueden, ay, criticarte. Un paso más y tampoco te podremos criticar los cronistas, ni los blogueros, ni los influencers, ni nadie que sepa hablar y escribir. Sobre todo, escribir, que deja huella. Te decía al principio, Superliga, que no eres una vacuna. Eres mucho más. Eres un instrumento de cultura popular, en el sentido que decía aquel ministro felipista: aquello de lo que habla la gente, y además con mejor conocimiento que este analfabeto futbolero que te escribe.
Eres la última aportación a las ideologías, como demuestran las declaraciones de líderes, los de derechas a favor, los de izquierdas en contra e Inés Arrimadas, partidaria del diálogo. Eres la agitadora de la conciencia de clase del siglo XXI, cómo provocan los ricos y cómo sufren los clubes pobres y de clase media, el nuevo proletariado.
Esto tenían que verlo Marx y Engels. Y tenían que verlo los teóricos del capitalismo para enaltecer su arte de crear negocio donde el negocio parecía agotado. Y cumples, en fin, la finalidad de opio del pueblo. Pienso en todos los gobernantes europeos, que estarán diciendo: mientras el pueblo discute la Superliga, no critica nuestra labor. Alguno, Superliga, te acabará financiando como su benefactor.