Y buenas noches un año más, Valladolid. Valladolid-ciudad. Valladolid-provincia. Valladolid-capital de Castilla, que fuiste capital de España y capital del imperio. Te dije alguna vez que eres tan grande que no cabes en una carta. Te digo esta noche que en tu biografía sí cabe la historia y en cada uno de tus pueblos y ciudades se puede reconstruir la historia de este país: Villalar de los Comuneros; Villalón de Campos del Rollo de Justicia; Simancas del Archivo de la Corona; Tordesillas del Tratado; Olmedo del Caballero; Medina de la Reina Católica; pueblos de los 34 castillos, un alcázar, un palacio fortificado, cuatro torres y 17 recintos amurallados.
Y tú, Valladolid del palacio real, cuna de cuatro reyes, última inspiración de Cervantes y Quevedo; patria de Zorrilla, Umbral, Delibes, Jorge Guillén o Rosa Chacel. Y también de Concha Velasco. Todo en ti es grande, tierra de Valladolid. Grande en los versos de Guillén, “Valladolid profundo”. Grande, el más grande del mundo, tu blasón de la iglesia de la Magdalena. Grande tu culto al arte, con veintidós museos en la capital. Y déjame citar tu Museo Nacional de Escultura, en la ciudad cuyo paisaje urbano está repleto de esculturas, desde la de Cervantes a la exhibición del Campo Grande. Grande tu prodigio del vino, con cinco denominaciones de origen, todas ellas de culto, todas ellas en tu geografía. Grandes todas tus citas anuales, comenzando, cómo no, por la Semana Santa, cuna de los grandes imagineros. Y siguiendo por la Seminci. Y los Pingüinos. Y las fiestas de San Pedro Regalado. Y, por Dios, si está siendo lo más envidiado: tu Concurso Nacional de Pinchos y Tapas, que ya cumple 16 años.
¡Qué digna de vivir eres, Valladolid! Espléndida en su arquitectura con tus catedrales; con ese prodigio de Universidad; con tu Casa del Príncipe; con la grandeza de tus palacios, Valverde, Pimentel, y tus casas de abolengo; con tu Plaza Mayor, escuela de las plazas mayores del mundo; con la Huelgas Reales; con el Castillo de los Comuneros, y con todas las iglesias que compiten en hermosura y en maestros de retablos.
¡Valladolid seductora, que desde hace años te tengo a un paso de tren AVE, que negarse a una escapada es un pecado mortal! Como pecado mortal sigue siendo no caer en la tentación del lechazo. O de las pardinas de Tierra de Campos o el queso de Villalón. O de tu pan lechuguino. O privarse de esos dulces que la vida endulzan y se llaman cocadas o Bizcochos de Santa Clara. Si es que por algo, Valladolid, por algo te llaman como te llaman y te llaman “Valladolid imperial”.