La carta de Ónega a la familia Franco: "No tienen derecho a la propiedad, pero el derecho a la nostalgia nadie se lo puede negar"
Fernando Ónega envía una carta, para cerrar La Brújula, a la familia Franco, que en 24 horas perderá el Pazo de Meirás, que pasará a ser patrimonio público.
Noche triste para ustedes, supongo, aunque noche anunciada. Son las últimas 24 horas en que pueden decir que el Pazo de Meirás es suyo. Mañana, a esta hora, faltarán solo minutos para que sea 10 de diciembre, y el 10 de diciembre esa bendición de propiedad pasará al patrimonio público. Así lo dice la última resolución judicial y así terminan 82 años, casi un siglo, de la culminación de aquel antojo de los abuelos Carmen y Francisco, debidamente satisfecho por unas autoridades ansiosas de darles satisfacción con las aportaciones de pobres campesinos que seguramente se lo quitaron de comer, pero iban a tener el honor y la gloria de ser vecinos veraniegos de Su Excelencia.
Salvo que un tribunal superior diga lo contrario, las históricas Torres de Meirás pasan una página de su historia. Ayer y hoy, familia, se han dado a conocer algunos detalles del inventario de 697 bienes, de los cuales 91 están en el exterior. Así, en mirada urgente y superficial de algunas fotos y algunos datos, quien se encargó de adornar aquel edificio, supongo que su abuela doña Carmen, porque el general andaba en otras guerras, tenía un alto sentido del mobiliario, del arte y las antigüedades. Digamos que tenía un sentido casi imperial.
Donde hubiese una obra del Maestro Mateo con ocho siglos de existencia, para qué conformarse con la creación de un canteiro de aldea. Donde hubiese algo de una iglesia románica y un cura dispuesto a darla en trofeo, para qué buscar otra cosa, con lo vulgar que resulta. Y si había mesas o sillas, hasta cortinas disponibles en el Palacio Real, para qué privarse de ellas, si el Caudillo era el nuevo rey por la Gracia de Dios. Sus antecesores, las dos generaciones que les precedieron no hicieron allí una residencia vacacional.
Hicieron un museo. Lo disfrutaron durante 82 años, la mitad por lo menos con los gastos cargados a la Jefatura del Estado, como consta en la sentencia de la juez coruñesa. No está mal, ¿verdad que no? Espero, familia, que les dejen recuperar lo suyo, que algo habrá, y espero que puedan volver al pazo como unos turistas más. No tienen derecho a la propiedad, pero el derecho a la nostalgia nadie se lo puede negar.