Y buenas noches, sede de Génova 13. Esta tarde, después de escuchar la intención de don Pablo Casado, cogí el metro y me fui a verte. Fui casi como a un funeral. Desde luego, a una despedida. De pronto me entró algo que parecía nostalgia. No sé de qué exactamente, pero parecía nostalgia. Será que son muchos años, exactamente 38, viéndote allí, en aquel chaflán que pone PP y dice “Populares” y eres, más que nada, una referencia urbana.
Será porque ahí se escribió una parte de la historia reciente de España y desde luego toda la historia conservadora desde el año 1983. Y en aquella terraza de arriba hemos visto a Aznar cantando victoria dos veces. Y hemos visto a Rajoy botando con b en otras dos ocasiones. Y a Soraya Sáenz de Santamaría a punto de dar a luz, que parecía que le iba a salir el niño en uno de esos botes. Y abajo, ay abajo, hemos escuchado aquello de “Pujol, enano, habla castellano” poco antes de que se firmara el Pacto del Majestic. Y hemos visto cómo se envió a la militancia adversaria a rodearte en la jornada de reflexión de 2004, triste episodio tras los atentados del 11 de marzo. Y los más supersticiosos, los que nunca dejaremos de creer en las meigas y en otras grandes creaciones de la humanidad, siempre te hemos mirado tu número, Génova 13, como augurio de algún maleficio.
Yo creo que el señor Casado también, pero quien aspira a la presidencia del gobierno no puede decir que se cambia de casa porque hay fantasmas, malos farios, meigallos y cosas por el estilo. Queda mucho más fino, más elegante, más elitista y ético pregonar al mundo que uno es tan puro que no puede vivir en un sitio contaminado por el dinero B. Eso, unido al propósito de no pronunciar nunca más el nombre de Barcenas, le da a la decisión de abandonarte un aire épico, a medio camino entre “nene, caca” y Guzmán el Bueno. Para ser más exactos: entre el “nene, caca” y la Purísima Concepción. ¿Y sabes lo que más me intrigaba mientras te despedía, Génova 13? Lo que más me intrigaba es que un dirigente político español incumplía la regla de San Ignacio de Loyola: “en tiempo de tribulación, no hacer mudanza”. A lo mejor es que en el Partido Popular no hay ninguna tribulación.