Madrid |
Las cataratas Victoria están hoy secas, señoras y señores participantes en la Cumbre del Clima de Madrid. Ahí tienen ustedes el elocuente símbolo de esta Cumbre. Ni discursos de políticos, ni informes científicos, ni arengas de Greta. Esa foto. Vuestra foto, Cataratas. Que la pongan en cada sala del Ifema. Que la pongan en las portadas de los folletos y las notas informativas. Que se la manden a Trump. Y a Putin. Y a Bolsonaro. Y al presidente del China.
Enmarcadas en plata para que empiecen a creer en el calentamiento global. Porque lo que os enfermó, Cataratas Victoria, lo que exprimió el agua del cauce del Zambeze es el cambio climático. En el África Austral las sequías cada vez son más frecuentes y largas y dejan paisajes de tierras agrietadas y de hambre y sed para las personas.
Siempre descendía el nivel del Zambeze por estas fechas, antes de la llegada de las lluvias. Pero nunca había llegado a secarse. Hasta este año. Veo vuestra imagen, Cataratas. Los antiguos nativos os llamaban "el humo que truena". Humo del agua que hacía llover de abajo arriba. Trueno, del estruendo que sonaba las 24 horas de los 365 días del año. Y así, desde que el mundo es mundo.
Hasta hoy, cataratas, que ya no sabemos si el mundo deja de ser mundo, ni sabemos qué será de millones de seres que no ven salir agua del grifo ni tienen agua en el río y preguntan como el personaje de Delibes si no queda ya en el cielo ni una gota de agua.
Volverá a llover algún día, o eso creo, y volveréis a ser Cataratas. Pero hoy sois como el gran aviso, como la gran prueba para incrédulos. Sois el desmentido del verso de Lorca que decía que "la canción del agua es una cosa eterna". En vuestro territorio ya no lo es, Cataratas Victoria. Con el cambio climático, ni vosotras sois la eternidad.