La carta de Ónega al toque de queda: "Te aplican, pero apenas te llaman así por pudor y pésimos recuerdos"
Fernando Ónega dedica su carta del lunes al 'toque de queda' que ahora ampara el nuevo estado de alarma aprobado por el Gobierno.
Y buenas noches, toque de queda. ¡Qué malos recuerdos traes a los que tenemos una edad! En la mili era lo que más temíamos, aunque no recuerdo si por este orden: el calabozo, pelar patatas y el toque de queda, que había coroneles aficionados a decretarlo. La última vez que se ordenó un toque de queda en España fue la noche del 23-F, aunque creo que en la intención de Miláns del Bosch no era ponerlo de 11 de la noche a 6 de la mañana, sino con algo más duración: digamos que unos cuantos años más de duración, quizá de duración infinita, y con los tanques en la calle, que adornaban mucho la noche de los transistores. Sin embargo, aquel toque de queda duró exactamente hasta que el rey Juan Carlos cogió el teléfono y le dijo a Miláns: “oye, coño, o metes los tanques a los cuarteles o mando a alguien a que los meta”. “Yo lo hago por lealtad, señor”, respondió Miláns. Y el rey: “Pues demuestra tu lealtad metiendo los carros en los cuarteles”.
De esta amable conversación pasaron 39 años, 8 meses y 3 días. Más o menos a esta hora. Y desde entonces nadie te invocó, toque de queda. Digamos que sonabas muy mal; que sigues sonando muy mal y por eso, al revés que en Francia, la clase política española huye de tu nombre. Te aplican, pero apenas te llaman así por pudor y pésimos recuerdos. “Malas resonancias”, me parece que dijo el presidente del gobierno en su retorno a las homilías. Te han sustituido por algunos sinónimos o eufemismos: limitación de movilidad nocturna, confinamiento nocturno y otras expresiones equivalentes. Y yo estoy de acuerdo. Detrás de tu nombre, toque de queda, siempre había fusilería,
santo y seña y alguien dispuesto a dar con nuestros huesos donde no queríamos estar ni pensar. Ahora, como mucho, eres un toque de queda sanitario, de los que intentan salvar vidas, que eso de salvar vidas lo dice con mucha ternura el señor presidente. En vez de detenernos invocándote con un fusil en posición de prevengan, nos pueden detener por desacato. Y en vez de mandarnos entre rejas, nos imponen una multa que puede llegar a los 600.000 euros. Lo mismo que el Premio Planeta, pero con una diferencia: en el toque de queda, se lo llevo todo el Estado. En el Planeta, solo la mitad.