LA BRÚJULA

La carta de Ónega: "La resiliencia, la estrella polar del gobernante"

Buenas noches, resiliencia. Te escribe un aldeano que jamás te utilizó. Te leyó en algún libro y en artículos de prensa, incluso te escuchó en alguna tertulia de radio. Y últimamente te empecé a escuchar en discursos de nuestros gobernantes, pero pasé de ti, porque me parecías un término cursi, culterano y cursi, que nunca usaría un campesino de mi tierra.

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Y te digo más: si alguien me hubiese llamado “resiliente”, le hubiera contestado aquello de “eso no me lo dice usted en la calle”. Pero ahora eres un concepto mágico que se utiliza como salvoconducto para salir de la crisis.

Don Pedro Sánchez, que tanto contribuye a la renovación lingüística de España, te puso ayer en el título de su conferencia-mitin: “España puede. Recuperación, transformación, resiliencia”. Has alcanzado casi la categoría de nombramiento en el Boletín Oficial del Estado.

Estás en la poco santa trinidad de conceptos con los que Sánchez pretende conducirnos por el desierto de la crisis. Tienes historia, porque grandes pensadores, sicólogos y analistas te dedicaron investigaciones. Y debo decirte que no estás mal para este momento del país.

Resulta que la resiliencia es, eres, mucho más de lo que dice el diccionario: capacidad de recuperar el estado inicial cuando ha pasado una perturbación. Eres la capacidad de crecerse ante la adversidad. Eres asumir los cambios y las nuevas ideas. Eres tener éxito cuando las cosas se han puesto muy mal. Eres, en definitiva, la estrella polar del gobernante.

Nada de derrotismo: resiliencia. Nada de políticos negativos: políticos resilientes. Nada de país turbado: hagamos de España la patria de la resiliencia. Incorpórete Pablo Iglesias a su sueño de república plurinacional, solidaria y a partir de ahora resiliente. Escúchalo, pueblo llano: RTR, Recuperación, Transformación, Resiliencia.

Lo único malo es que no tienes fuerza reivindicativa. Eres, ¿cómo lo diría?, demasiado burguesa. Quedas bien en boca de Sánchez, incluso de Cayetana, pero fatal en un discurso del Primero de Mayo. Nadie gritará por la calle “resiliencia ya”. Y vaya por Dios: no vales para la pancarta de una manifestación.