Bueno, señor Torra: ha vuelto a agitar usted el patio político como solo usted lo sabe hacer. Hace lo contrario que todos los demás gobernantes del mundo, que quieren aprobar los Presupuestos para quedarse y usted los quiere aprobar para irse, como si fuesen la herencia que deja a los catalanes.
Considera agotada la legislatura y anuncia elecciones para perderlas, si hacemos caso de las encuestas que desde hace tiempo anuncian una gran victoria de Esquerra. Se dispone a la reunión con Sánchez con la tranquilidad de quien ya no se juega nada, pero con la ambición de ser el primero que exige al primer ministro del Estado la independencia de Cataluña.
Y, por si faltaba algo para animar el patio, le hizo temblar al Consejo de Ministros, que empezó a preguntar: ¿y si el debate de los Presupuestos del Estado precede o coincide con la campaña electoral catalana? ¿Y si Esquerra se pone digna y pretende ganar todo el voto independentista y tumba los Presupuestos?
Da vértigo, Torra. Si todo esto lo planificó usted, tiene mucha maldad. Si lo planificó Puigdemont, como se sospecha, es más perverso de lo que pensábamos y pensábamos mucho. Y si todo cae así, como por casualidad, hemos de reconocer que estamos de mala racha. La necesidad de un solo hombre, que es usted, no puede tensar así la vida nacional.
Pero en fin, señor Torra: no me puse al micrófono para hacer una crónica política. Me puse para empezar lo que me temo que sea la primera carta de una larga despedida. Saque adelante sus Presupuestos, hágase muchas fotos con Sánchez, llame a las urnas cuanto le convenga, disfrute lo que le queda en el convento, y Dios le perdone sus pecados de agitador, que ningún bien le hicieron al país. Y que no se me olvide, Torra: cordiales saludos a Puigdemont.