En cuestión de unos días, los agricultores saben que, en poco tiempo, los campos que estas fechas deberían estar verdes, se volverán amarillos. Eso sólo puede significar una cosas: pérdidas. La mayor parte de la cosecha no saldrá adelante.
La falta de lluvia ha tenido ya una consecuencia, inédita en los 159 años de existencia que tienen el Canal d'Urgell: se ha cerrado el grifo de agua en Lleida, que permite regar una superficie de cerca de 50.000 hectáreas. El equivalente a la extensión de Barcelona multiplicada por cinco. Restricciones a las que esta semana se han ampliado a medio centenar de municipios catalanes.
Todo esto nos lleva al asunto que queremos abordar hoy: la huella hídrica. Que es el indicador del agua que nos cuesta fabricar un producto, dicho de otra forma, todo el agua que gastamos para vivir como vivimos. Nos ayuda a ser conscientes del consumo de agua que necesitamos en todas nuestras actividades. A niveles de producción, el 70% está destinado a la agrícola ganadera, el 20% a la industria y el 10% al hogar. Pero, el futuro es alarmante según datos de la Fundación Aquae, en 2050 uno de cada dos habitantes sufrirá escasez de agua. España es el octavo país del mundo con mayor huella hídrica del mundo y el segundo a nivel europeo, con 6.700 litros de agua al día por persona.
Los científicos consideran que la huella hídrica es tan importante como la huella de carbono. Y es que producir un kilo de carne de vaca cuesta 16 400 litros de agua, un kilo de arroz 3 400 litros, una camiseta de algodón 2 500 litros y una taza de café 140 litros.
Joan Girona, investigador del programa de uso eficiente del agua en la agricultura del IRT (Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentaria).
