Nuestra sección "Alguien tenía que decirlo" conJosé Ignacio Wert. Hoy sobre Las verdes praderas.
“José Luis Garci ya era moderno antes de que los canallitas lo descubrieran” (Fernando Muñoz, ABC, 21 de mayo de 2024).
Pocas filmografías más fáciles de dividir que la de Garci. Entre 1977 y 1987 rueda una serie de películas contemporáneas, entre la comedia, el drama y el cine negro. Desde 1994 hasta 2019 rueda cine de época. (Hasta el regreso a la saga de la primera época es ahora planteado como cine de época). Pero esa primera etapa contemporánea admite subdivisiones. El crack en 1981 marca un antes y un después. Y eso nos deja tres películas en el "antes". La que podríamos considerar trilogía inicial en el cine de José Luis Garci. Vamos por orden.
Asignatura pendiente. El título describía a la perfección la relación recuperada entre los personajes de José Sacristán y Fiorella Faltoyano, ese rodillo de agradecimientos finales absolutamente generacional que provocaba ovaciones en las sesiones de cine.
Solos en la madrugada. Qué decir de esta película en los estudios de una cadena de radio... Pero estas dos primeras películas, siendo muy estimables, necesitan para ser apreciadas en toda su dimensión una cierta dosis de notas al pie, son muy difíciles de disociar de su tiempo y de la generación que retratan. Muy en resumen: la de aquellos que a la muerte de Franco eran demasiado mayores ya para ser jóvenes y pensaban que lo mejor de su vida había pasado ya en los años de la dictadura.
Por eso, creemos que la que mejor ha superado la prueba del paso del tiempo es su tercera película. Alguien tenía que decirlo: Asignatura Pendiente y Solos en la madrugada están muy bien, pero de la filmografía de Garci anterior a El Crack, la mejor de todas es Las verdes praderas.
Ese "self-made-man" es Alfredo Landa, en plena transición (1979) entre el landismo y los papeles serios de los 80 con Germán Areta a la cabeza. Hecho a sí mismo, efectivamente, José Rebolledo ha conseguido llegar lejos en la compañía de seguros y ha formado una familia junto a Conchi (María Casanova) y eso pasa porque todos los viernes, llenen el coche de cosas, se echen a la caravana y lleguen al chalet que tienen en la urbanización Monte Parque en la sierra de Madrid.
No es una urbanización cualquiera. No había Internet ni teléfonos ni por tanto necesidad de “desconexión digital”, pero esto es peor. Lo que no hay es “desconexión analógica”, ¡en la urbanización conviven los compañeros de trabajo! Carlos Larrañaga en su mejor papel en el cine como pelota.
Llegamos a ver hasta un partido de fútbol entre las fases de la urbanización en la que el jefe hace a la vez de portero y de entrenador y en la que por supuesto nuestro protagonista se lesiona. El abono del Real Madrid inutilizado. Las obligaciones se acumulan, hay que montar la casa todos los viernes, poner el butano y eso del descanso parece una utopía.
Si eso es el viernes, el sábado es el día en que se recibe la visita de la familia política. Aquí entra en escena la suegra, Irene Gutiérrez Caba, que no es demasiado sutil a la hora de dejar claro que el personaje de Landa no es clase de hombre que ella esperaba para su hija. Y toca prepararles una paella, a la suegra y al cuñado, en este caso concuñado, porque es el novio, tonto en palabras de su propia novia, de la hermana de su mujer. Es 1979, pero ya había tíos que decían las cosas en inglés, y te decían lo que tenías que hacer.
Y, además de todo esto, hay que llevarles a Madrid porque pierden las llaves del coche, luego volver y cenar en casa del jefe, el hueco para el erotismo se desvanece a lo largo de varias ocasiones. El fin de semana en el chalet es un infierno.
Una de las cosas más admirables de la película es cómo transiciona de una comedia popular muy en la línea de Pedro Masó o quizá más de José Luis Dibildos a una cosa de mayor ambición. ¿Por qué era tan importante tener un chalet en la sierra? Porque era el símbolo de la felicidad que el protagonista veía cuando era un niño de extracción social más humilde que el adulto en el que se convirtió.
¿Las películas envejecen?
Las verdes praderas ha superado la prueba del paso del tiempo mejor que sus predecesoras. No necesita contexto histórico para ser totalmente entendida por las generaciones posteriores, es una película sobre sueños que nunca se van a cumplir ¡aunque se cumplan!
La explicación final de Landa, uno de los mejores parlamentos escrito por Garci (junto a José María González-Sinde) en toda su carrera. Qué podemos decir del final sin destriparlo. Pues que aún sigue sorprendiendo, es de los que no se olvida, a Berlanga le encantaba.
Sin duda, es la más redonda de la trilogía inicial, apunta muchos de los temas que luego desarrollaría entre otras películas, es junto a Ninette su única comedia casi pura, es muy divertida, le perdonamos casi hasta el doblaje de los niños y de las actrices argentinas (eran los tiempos del exilio) de Cecilia Roth y Norma Aleandro.
Una fotografía de una España en la que se podía llenar el depósito con 7 euros, el balón Tango de Adidas, juegos reunidos Geyper, Rumasa en los agradecimientos.