Recordarás que en el último episodio del Ambigú hablamos de la Ilíada. Y también recordarás que le conté a los amigos del Ambigú que mi idea original era hablar de Robe Iniesta, a quien nuestros oyentes conocerán por ser el cantante de Extremoduro.
Aquel día anuncié que Robe Iniesta cerraba su gira en Madrid ese fin de semana. Pero el viernes 15 de noviembre, dos horas antes de la apertura de puertas, nos llegó un aviso al móvil: Robe sufría un tromboembolismo pulmonar y los conciertos de fin de gira se cancelaban hasta nueva orden. Por lo tanto, qué mejor motivo para retomar la idea de dedicarle este espacio, absurdo y libérrimo, que es el Ambigú de La Brújula.
No lo hemos hecho explícito, pero Robe Iniesta siguió en solitario su carrera tras la separación de Extremoduro. Esto de la separación de Extremoduro es raro… es casi un problema filosófico; una versión de la paradoja del reemplazo. Como ante el barco de Teseo, podemos preguntarnos cuántas partes de Extremoduro podemos quitar hasta que deje de ser Extremoduro. Aparentemente, todas menos una. Porque Robe Iniesta fue el único miembro inmutable de la banda, desde su primer LP en 1989, hasta su disolución, treinta años y 10 álbumes de estudio después.
En agosto de 2021 Robe Iniesta comunicó, a través de una carta publicada en la web del grupo, la cancelación de la gira de despedida de Extremoduro. La banda había anunciado su separación dos años antes. El COVID, el confinamiento, las restricciones, las desavenencias con la promotora, yo qué sé; el caso es que Extremoduro se marchó sin concierto de despedida. Extremoduro se acabó, y muchos supimos que con ellos se iba el sonido irremplazable de nuestra juventud.
No sabíamos hasta qué punto nos quedaba Robe. Ocho años de carrera en solitario y una discografía muy sólida. Es como si nos acompañara a esta nueva etapa. Extremoduro era la banda sonora idónea para aquellos años y Robe lo es para estos años extraños entre la juventud y la necrosis…
Las letras de Extremoduro son cantos, o llantos, sobre la toxicidad de la vida. Las drogas, por supuesto, pero también el amor, una droga más -si acaso la más potente- en su repertorio. Robe tiene otra luz, otro sosiego; quizá más calma que dicen marca la madurez.
Para quienes todavía no han entrado en el universo de Extremoduro les recomiendo que escuchen dos discos: Agila, el disco publicado en 1998 que les dio fama a nivel nacional y La Ley Innata, un disco publicado diez años después, en 2008, que es su obra más sofisticada (complejidad melódica y lírica) y la que apuntaba a una nueva etapa que resultó ser la etapa final.
Para los fans de Extremoduro que todavía no se han enganchado a Robe les recomiendo que escuchen Mayéutica, tercer álbum de estudio de Robe en solitario. Un disco hermano, casi espejo, del anterior, que tiene un tema que me es especialmente querido.