Hoy vamos a reivindicar a uno de los tótems de nuestro cine, al padre de todos los guionistas, a Don Rafael Azcona. Fue el mejor a la hora de burlar a la censura mientras mostraba los pliegues más grises de una sociedad atrasada.
Y, precisamente por eso, considero que él puede ayudarnos a reflexionar sobre la autenticidad o la falsedad del progreso que nos vende el gobierno actual.
Ahora que Franco se ha convertido en la principal preocupación de los españoles, tiene sentido acercarse al cine de aquellos años y comprobar si los problemas de entonces son muy distintos a los de ahora.
Comencemos por la primera película firmada por Azcona. “El pisito”. Vemos a una pareja caminando. Doce años juntos y siguen sin casa. Ella está desesperada porque siente que la oportunidad de poner en marcha un proyecto de vida se les va. Esta secuencia vale de anuncio para portal inmobiliario en 2025.
Se ve que en 1959, los grandes tenedores, los pisos turísticos y los fondos buitres ya asfixiaban a la juventud española. Ese fue el problema desde el principio. Bajo el sanchismo, el problema de la vivienda regresa. Pero el progreso consiste en anunciar viviendas sin edificarlas. Esa es la cuenta de resultados de seis años gobernando.
Pero sigamos, sigamos caminando por las calles de aquellos años. Y hagamos el ejercicio de subirnos en el transporte público de 1960. Está lleno de gente trabajadora pero hay algún pillo. En este caso dos, que timan a un pueblerino vendiéndole un tranvía. Aquí cierran el timo, la operación.
Azcona tuvo la habilidad de proyectarnos en “Se vende un tranvía” como en la liga de los delincuentes de poca monta juagaban a las 3 estafas y a las comisiones como jugaban en el Ministerio de Fomento estafándonos a todos.
Muchas décadas después, el progreso parece consistir en que desde el Ministerio de obras públicas pueda haberse traficado con la salud en medio de una pandemia global. La cuestión se ha vuelto más truculenta.
Y, hablando de lo truculento, hay una escena deliciosa en “El verdugo”, en la que Pepe Isbert rellena la solicitud para que su yerno sea verdugo cómo él y tiene toda la documentación lista. Todo está correcto, pero el funcionario le pone las cositas claras.
Se ve que en 1963, el nepotismo estaba también instalado. La diferencia con este tiempo podría estar, a mi parecer, en que el pobre yerno de Pepe Isbert acaba sabiendo donde tiene que desempeñar su trabajo. Y que ahora la dirección del puesto de trabajo, en otra situación familiar, no parece del todo despejada.
Azcona nos dejó dicho que el humor es una forma de realismo exacerbado. Creo que es una idea luminosa. Hoy estamos sufriendo una realidad tan desvergonzada, que le roba a uno las ganas de reírse. Sin embargo, el humor nos sigue resultando más que necesario. Y hay que reivindicarlo. Por eso reivindico a Azcona.
En los guiones de su época franquista, él practicó un juego de espejos que nos permitía adivinar la conducta inmoral de las élites a través de un comportamiento de las clases populares condicionado por el estado de necesidad.
Es lo que vemos en “El cochecito”, también en “Plácido”, en todo ese periodo.
Pero conviene prestarle atención a lo que viene después. “La escopeta nacional” ya fue rodada en el periodo de la transición. Y por eso la película ya no se centra en las clases populares, sino en cómo las élites trataban de adaptarse a la nueva situación.
Sazatornil representa aquí a la burguesía catalana tratando de medrar para hacer negocios. Tampoco da la sensación de que hayamos progresado mucho desde entonces. ¿Cómo lo hacían? Pues como lo siguen haciendo.
Antes traficaban influencias en las cacerías. Pero el sanchismo es progreso y todo se gestiona en la sucursal de Waterloo. Escuchemos la respuesta del Ministro que nos presta Azcona al industrial catalán. Una pequeña moción, digo cuestión de confianza.
Dejamos para otro día, a la prostituta de la escopeta nacional. En eso los representantes del poder político actual no admiten parangón.
Y nos centramos en lo esencial. Bajo este gobierno, nuestra democracia retrocede y, al hacerlo, las dificultades sociales, la corrupción y el ventajismo de los nacionalistas catalanas regresan para devolvernos a nuestro pasado y robarnos el progreso. Esa es mi tesis.
Las élites del sanchismo se comportan cada vez más como las del franquismo. Es es mi opinión. Y es también mi lamento. Pero bueno, lo mío es lo de menos. Me están diciendo Colmenero y Azpiroz no sé que cosa de que se han hecho con una vaquilla y debo echarles un capote. Me tengo que ir.