Un año más España se asoma al vértigo de los incendios, de fuegos cada vez más tempranos y más difíciles de sofocar. Apenas cuatro días después de comenzar la primavera hay que hacer frente al primer gran incendio de la temporada: el declarado entre las provincias de Castellón y Teruel.
No ha sido el único, porque también los incendios se han multiplicado en Asturias, Cantabria o Galicia...En este primer trimestre del año el fuego ya ha arrasado más terreno que en algunos años completos. Y eso no son buenas noticias.
Los incendios han llegado este 2023 para quedarse. Si se repite un verano donde las temperaturas no bajan de 35º durante 20 días y tenemos una falta de precipitación durante 4 meses, la vegetación estará lista para ser pasto de las llamas. Por eso es importante aprender de los errores cometidos en el pasado.
Aunque un año más, el curso comienza sin los deberes hechos. ¿De quién es la culpa? Se lo preguntaba hace unos días, Carlos Alsina al presidente de los Silvicultores de la Comunidad Valenciana, Adolfo Miravet
El calentamiento global favorece la propagación del fuego y extiende la temporada de incendios, pero no es determinante. Se necesitan al menos tres ingredientes para que se declare un fuego: quemas o combustiones que pueden ser naturales o provocadas por el ser humano. Una vegetación muy densa y continua. Y sequia. Si sedan los tres, el riesgo de que se declare un incendio se dispara. Más, si no se ha trabajado en la prevención.
Una vez extinguido un incendio, lo que queda es desolación, todo lo que un día fueron pinares, encinas u olivos, se reduce a un paisaje lunar, en el que parece nunca brotará vida. Esa sensación no está lejos de la realidad, porque según los expertos lo que el fuego devora en dos días puede tardar más de 100 años en recuperarse. Y aunque no haya pérdidas humanas, el daño es irreparable. En todos los sentidos.