Hoy traigo esa Españita que dijo Amadeo de Saboya que era una jaula de grillos. Cómo no sería la cosa para que alucinara con nosotros un italiano, por mucho que Amadeo de Saboya fuera un italiano de Turín. Un italiano de Turín no es un italiano, es un suizo.
Me estaba acordando de los grillos de mi Españita y he pensado en que tenía que ir a comprar una jaula de grillos, que las vendían en la ferretería Juan Villanueva de la plaza mayor de Valladolid. Una jaula de grillos que se llama una grillera son esas jaulitas pequeñas de plástico de colores, que les metes el grillo y le das lechuga y canta más que Víctor de Aldama.
Bueno, la cosa es que yo me compré una grillera un día en la plaza mayor de Valladolid con Peláez, que le han dado el Gistau. Me la compré en la ferretería de Juan Villanueva y he visto que ha cerrado. Porque en París te vas a comprar un cargador y todo son tiendas de violines, en León hay tiendas de sombreros, y en Valladolid, tiendas de zapatos y ferreterías con grilleras.
La ferretería de Juan Villanueva era uno de los locales con más de Valladolid y provenía de la legendaria Casa Morán que se inauguró en 1884. Se anunciaba como venta de hierros, herramientas y carbones. Esto lo he leído en el Norte de Castilla. Viene también que han cerrado la joyería de Ambrosio López que vendía, además de relojes, collares y anillos, microscopios.
En todas las ciudades existen o AY, existían ejemplos de este tipo de locales: Juan Villanueva, En Chiva Fernando Morán te hacía las llaves en 28 segundos y contaba uno, dos, tres, hasta 28. Y había inventado un probador de perfume soplando con un tubo de cristal. Lo que quedaba de ellas se lo llevó la riada y encontraron casquillos de dos pesetas a kilómetros del local. En Donosti Yarza, Hernando y 'buenechea'. Son representantes de mi Españita ferretera, de alcayata y 'campingás', navajita y aro de ducha, llave inglesa y aquaplast, y una broca del dos, cuchara de palo, soplete, tornillo y pelador.
Vengo aquí a reivindicar el escaparate de una ferretería, que es el cielo de Velázquez del comercio local, el mindfulness de los escaparates, un diván de cristal.
Tú eres Melvillista y en el arranque de ‘Moby Dick’ cuando sucedía un noviembre lluvioso, Ismael se detenía ante los escaparates de las tiendas de ataúdes, y los españoles nos detenemos ante las ferreterías.
Lo principal de la ferretería es que puedas ver lo que vende. Parece un poco absurdo porque no se te va a apetecer una llave de tubo porque es bonita, porque te queda bien un codo de fontanería.
Los españoles cuando tenemos un mal día lo mejor que podemos hacer es pararnos delante de una ferretería y contemplar todas esas cosas que no sabemos ni para qué sirven con esos cartelitos con los precios escritos a mano con rotulador y es fundamental que ponga el nombre del artículo: 45 euros, la olla exprés, ¿no sabes ya que es una olla exprés?
El alicate pico del oro, yo me estoy imaginando unas tenazas o un pescado de la Gran Barrera de Coral. También hay mucha polisemia en las herramientas de mi Españita. Por ejemplo, ¿el taladro en Galicia cómo se llama? ¿Un trade?
Mi amigo Chemili, que era electricista de Irún y copiloto de Rallyes no sabía inglés, pero pedía una pieza de un mini a un galés y le decía: “Esa pieza que hace tititiprrprrrprrr”, y te juro que la pieza llegaba.
Aprendes más que en la biblioteca de Alejandría. El ferretero es un médico de almas torpes, un sacerdote xenóglota de otra dimensión. Tú le preguntas: "Mire, se quedó flojo el enchufe, se despegó el gres, del tostador se ha desprendido esta pieza, ¿usted sabe lo que es?". Y el tío te lo dice y te llevas lo que necesitas en un paquetito de papel.
Me gustan las ferreterías, y llevo un rato preguntándome por qué me gusta tanto mirarlas, yo creo que es para imaginarme que mi Españita tiene arreglo.