LAS CLAVES DE LA BRÚJULA

La Españita de Chapu Apaolaza: "Turismofobia y los famosos fodechinchos"

Chapu Apaolaza nos trae su Españita, en la que acerca cosas de esta tierra que es muy suya.

ondacero.es

Madrid |

Hoy quiero inaugurar esta sección de Mi Españita, en la que te traeré cosas de esta tierra que es muy suya, pero es linda y es bonita. Hay un concepto del verano que no pienso dejar pasar, que es el de la turismofobia y los famosos fodechinchos.

Ya sabes que este lío empezó porque un bar de Oleiro puso un cartel diciendo que era un espacio libre de Fodechinchos, refiriéndose a la maleducada gente de Madrid, y mi Españita, que la coge siempre con algo, la agarró con eso y la gente se puso turismofoba en una guerra y una reivindicación como de greta thumberg del cambio turístico que terminaba con mi Españita y no hay una españita B. Así que la gente se puso turismofoba o tursmófila sin término medio porque sabes que hay dos Españas porque con tres la gente se hace un lío.

El origen del término

He leído un escrito de don José Luis García Portela en la Carriola de Marín que es un término pesquero que surgió en Cangas del Morrazo, y no se me quita la canción de Siniestro total.

Yo ya fuí

Yo ya fuí

A Cangas del Morrazo

Y menos mal que no llovía

Vámonos, vámonos

Vámonos, nena

Al otro lado de la ría.

El chincho es un pez

García Portela cuenta que allí pescaban con la técnica de la rapeta, que consiste en tirar unas redes desde una barca y recogerlas por la orilla de manera que se aprietan los peces entre ellos los chinchos, unos jurelillos que se comen fritos. El verdadero disfrute del pescado como de otras cosas, está en la morralla, pero eso es otro tema.

Así que los turistas de entonces, que todos hacían de Madrid, se fascinaban con el pescado y metían la mano y les fodían los chinchos, de manera que les llamaban fodechinchos.

Una versión mas moderna dice que los madrileños se llevaban de las pescaderías los chinchos porque les encantaba comerlos, y entonces los locales ya no tenían para ellos.

Vienen unos tipos den verano a hacer rica a tu prima la pescadera, ¿quién podría no ofenderse?

La importancia de ser de Madrid

Turismofobia la hay en todas partes: en el Levante, en Mallorca, en Donosti el otro día estaba en una terraza y llegó la policía municipal a poner una multa porque éramos demasiada gente y les faltaba descolgarse de un helicóptero como en las demostraciones que hacen los nacionales en los colegios para que los chavales se metan a maderos.

Este verano cerraban los accesos a San Sebastián de pronto porque decían que había demasiada gente.

El turista es un proscrito y un fugitivo, sobre todo si viene de Madrid, porque antes en España teníamos a la ETA y parece que ahora tenemos a Madrid.

Todos somos un poco de Madrid.

Claro, es que cuando la gente exige que los madrileños pidan perdón es como cuando AMLO pretende que nos excusemos por la conquista: son ellos los que se conquistaron. Si todo el mundo es de Madrid. Tú vienes el domingo a Las Ventas desde Pamplona a ver a Roca Rey y ya eres de Madrid. Para ser de Barcelona o de Donosti, es una movida. Tienes que entender el idioma, la receta del pilpil, surfear, asimilar las raíces propias de una tierra distinta, de un pueblo elegido y aceptar su unidad transversal de destino. En Madrid te compras un bono de diez viajes de Metro y ya eres de Madrid. De esto hablamos otro día, vale?

Mucha turismofobia

Por ejemplo, en la España vacía que se molesta cuando se llena. Hay un tipo enfadado porque vienen unos a una casa rural y sienten que invaden los turistas. Si son pobres, le molestan esos piojosos y si son ricos, le ofende su soberbia. Habrá que ponerse de acuerdo.

“Nos invaden” es una sentencia muy xenófoba, porque hay otro que viene a quitarte cosas, el trabajo, la novia los chinchos, ah malditos fodechinchos. En realidad, el motor de la española es el miedo que es tío abuelo del sentimiento de inferioridad y es el que mueve a mi Españita cuando se mueve para mal.

En realidad, se dice en Argentina y Uruguay desde antes de que hubiera veraneantes de Madrid y allí se refieren a alguien molesto, pero el asunto no tiene la connotación geográfica que aquí implica.

El atávico odio entre regiones

Por supuesto. No hay nada más español que odiar a otro español y aquí esto se manifiesta con mucha crudeza. El otro, que e el vecino, se aparece aquí como peor que uno y se construye alrededor de él una mitología demoniaca, del diferente, del que te invade, del que te roba la novia, el trabajo, los recursos sanitarios, tu sitio en el bar, los chinchos.

Se queja la España vacía de que viene gente, gente madrileña. Cuánto mejor ibas a estar tú en tu pueblo de Castilla solo viéndole la misma cara a tu primo el de la C15.

Esto yo lo he vivido en el país vasco y sé cómo termina.

La turismofobia tiene un lado divertido y cachondo como de Astérix, pero siempre está ahí el miedo del acto de robar. Vienen a robarte. En Navarra, a los de San Sebastián nos llaman robasetas porque vamos a coger hongos y nosotros los llamamos a ellos meaplayas, que es un término que se explica solo.

Colón era de Pamplona, porque hacía todo por huevos y fue a la quinta puñeta, fue un meaplayas fundacional.

Ahora a los navarros han dado una bandera azul en una playa del embalse de Alloz y vamos a ir los guipuzcoanos allí, de meaplayas, al fin.

Turismofobia en una potencia turística

Turismofobia es la última enfermedad de este país, que se dedica al turismo. Hay mucho pijerío y mucha melindre con el tema del turismo, sobre todo, mucha condescendencia desde la izquierda, porque hay resentimiento de haber servido, supongo, aunque los de la izquierda de ahora descienden de la pata del Marqués de Salamanca. Errejón, que está de moda. Su clase obrera es adquirida, autodeterminada, como los pibes que se creen un gato, un nieto del Marqués de Salamanca dice que es la gente. Oh, mi Españita, país de camareros, humillándose sirviendo a los ricachones del norte. A mí que la gente del mundo entero quiera pasar sus mejores momentos en mi Españita me parece lindo y me pone contento. Y en todo caso, qué pasa con los camareros, un respeto a los camareros y los deejays y los hamaqueros, no todo el mundo puede ser dirigente de las juventudes de Sumar.

Y hasta aquí llega esta primera parada del Atlas ilustrado de mi Españita, que es linda y es bonita.