El K-Pop es un movimiento musical de melodías pegadizas interpretadas por unos angelicales jóvenes de piel clara, vestimentas coordinadas y peinados a prueba de movimientos de baile imposibles que han capturado el corazón de millones de personas en todo el planeta.
Sin embargo, y comenzamos con los datos, esta industria valorada en más de 10.000 millones de dólares, no pasa por su momento más brillante. En 2024, la venta de álbumes físicos en Corea del Sur ha descendido un 20%, la primera caída en una década. Además, tampoco despunta la venta a nivel internacional, y eso que gran parte del material ya se graba exclusivamente en inglés. Un declive que golpea directamente los ingresos de las cuatro grandes compañías de entretenimiento surcoreanas que son las que sostienen a los principales grupos de ese género.
Este género musical se enfrenta hoy a un cambio de ciclo. Sin embargo, la historia ha demostrado que el K-POP siempre encuentra una manera de reinventarse.
Aunque la música pop en Corea tiene raíces en los años 50 y 60, el K-pop como tal surge en los años 90. Influenciado por grupos de hip-hop americanos y bandas internacionales como los Backstreet Boys o las Spice Girls. Pero no es hasta 2012 cuando el género consigue realmente salir de Asia.
La canción, con su ritmo pegaJoso y su famosa coreografía del "baile del caballo", fue imitada y replicada en numerosos programas de televisión, eventos y redes sociales, convirtiéndose en un fenómeno viral. Sin duda, fue la carta de presentación del pop coreano ante el mundo y ayudó a abrir las puertas a grupos como BTS y BLACKPINK, que más tarde consolidarían al K-pop como una de las principales exportaciones culturales de Corea del Sur.
Precisamente, la principal causa que motiva el bache actual es el parón de estas dos bandas que son las más icónicas del género.
Blackpink, fue el primero en encabezar el festival de Coachella y sus miembros están relanzando su trayectoria en solitario. Y en cuanto a BTS, los reyes del K-POP, pues se encuentran en pausa porque sus miembros deben cumplir con su obligación de realizar el servicio militar en Corea del Sur,
técnicamente sigue en guerra con el norte. Pese a que es probable que regresen este 2025, su ausencia es un roto difícil de cerrar en la industria y eso que la nueva generación de estrellas promete. Pero claro, hablar del septeto surcoreano es casi como hablar de los Beatles.
Por la cantidad de veces que han alcanzado el número 1 de las listas de éxitos de EE.UU., por sus nominaciones a los Grammys y, por supuesto, por su capacidad para llenar estadios por el mundo y su poder de influencia. Un éxito en parte alcanzado gracias a su legión de fans llamada ARMY.
El modelo de negocio del K-POP y sus tácticas de marketing son altamente estratégicas y meticulosamente diseñadas para maximizar la rentabilidad y la lealtad de los fans. Y, BTS tiene uno de los más organizados del mundo. Es difícil determinar cuántos son, pero al mirar los canales de BTS podemos hacernos una idea. La cuenta oficial de X del grupo, por ejemplo, cuenta con más de 44 millones seguidores, mientras que su canal de YouTube supera los 80 millones de suscripciones (Taylor Swift tiene 60 millones) La influencia del grupo ha sobrepasado la música, con campañas junto a UNICEF y discursos en la ONU y hasta visitas a La Casa Blanca de Joe Biden para defender los derechos de los asiáticos.
Las estrellas de K-pop enfrentan una fuerte presión para mantener una imagen de pureza y ser modelos a seguir. Y, precisamente ese es otro de los puntos negros de este movimiento.
Desde su debut, los ídolos aprenden a ser autoexigentes, lidiando con el agotamiento físico y emocional y la exposición constante a la que son sometidos - no olvidemos que las marcas de todo el mundo se rifan su presencia- todo mientras deben cumplir con estrictos códigos de conducta y mantener una imagen impecable. Algunos avergonzados han tenido que pedir perdón por tener pareja, o por conducir un patinete con unas copas de más… otros, han optado por quitarse la vida.
Y eso que, estas estrellas son entrenadas intensivamente durante años antes de debutar. Nada se deja al azar.
La idea de formar grupos de jóvenes con una fuerte imagen visual, con personalidades diferenciadas, bailes coreografiados y producciones en serie, es algo que el K-pop adoptó de occidente. Sin embargo, fueron mucho más allá. Para empezar crearon los sistemas de entrenamiento intensivo. Una mezcla entre Operación Triunfo y El Juego del Calamar.
Los aspirantes a idols, así llaman a las celebridades del k-pop, pasan durante años y desde una temprana edad por este tipo de programas de formación donde se combina el entrenamiento físico exhaustivo, las habilidades de canto, baile y actuación con el aprendizaje de diferentes idiomas. Muchos aprovechan este periodo para mejorar su apariencia, perder peso o hacerse operaciones de estética. Las jornadas de trabajo son intensas, hasta 15 horas de trabajo, con un domingo libre cada dos semanas. Cada mes, un jurado evalúa su progreso. Y la competencia es muy alta. Bloomberg ofrecía datos hace unos meses y aseguraba que de un millón de aspirantes, sólo el 0,1% lo consigue.
La formación del grupo se puede prolongar hasta tres años y costar alrededor de dos millones de euros… así que, todo está perfectamente medido. Sin embargo, es el público el que finalmente decide y parece que, pese al bache, la ola coreana (Hallyu) seguirá surfeando dificultades. Se pronostica que el gasto mundial en productos culturales coreanos se duplicará en cinco años.