Constantemente convivimos con personas muy susceptibles en el trabajo, en la familia, con los amigos. Sus reacciones generan mucha incomodidad en su entorno, fácilmente se sienten heridas o incomprendidas, arrastran un cierto halo de victimismo y su vida gira alrededor de un sufrimiento muchas veces inútil y evitable, pero un sufrimiento real que viven con mucho dramatismo.
Sin duda, las personas susceptibles lo pasan muy mal, tienen una dificultad permanente para disfrutar o sacar los aspectos positivos de la vida. Es como si todo lo vieran a través de un filtro que les impide ser felices. Por otra parte, presentan ciertos déficits que agravan su situación; en general, tienen un sesgo cognitivo, que hace que sus interpretaciones sea poco racionales y habitualmente manifiestan ciertas dificultades o carencias en sus habilidades sociales.
Como explica la psicóloga María Jesús Álava Reyes, las personas muy susceptibles son sensibles, pero emocionalmente vulnerables y están muy pendientes de lo que hagan los demás. "Su estado anímico está siempre condicionado por la valoración de su entorno", añade Álava Reyes. Además, "casi nunca" están satisfechas, por lo que son personas difíciles tanto a nivel social como laboral y su convivencia está "impregnada por su permanente susceptibilidad".
Cuenta la psicóloga que las personas susceptibles lo pasan "francamente mal", pero que no son capaces de salir de ahí porque "viven en una realidad paralela". "No pueden pasarse la vida exigiendo lo que los demás no le pueden dar", concluye María Jesús Álava Reyes.