En la sala Martin Scorsese. El bueno de Martin generó un subgénero propio en el que destacan: "Uno de los nuestros", "Casino" y "El lobo de Wall Street". Mi favorita es Casino, para mí es la más monumental. Comienza a lo grande, nada menos que con "La pasión de San Mateo" de Bach, que estamos escuchando.
Pero me gustan las tres películas porque son variaciones de una misma historia. Son tres historias de corrupción. Tres historias de delincuentes que se hacen amigos y que acaban descendiendo juntos a los infiernos por la pendiente de tres excesos distintos. "Casino" empieza con un final explosivo y luego nos devuelve al principio. Creo que ese es un buen recurso para presentar al protagonista de la semana, porque anoche hubo una explosión y la desató Víctor Aldama.
Cualquiera que se fije en el tono verá que hay alguien dolido, emocionalmente tocado. Y esas cosas suelen ocurrir cuando hay una relación personal. Habla de demostrar una relación, que es exactamente lo que hace Ray Liotta al final de "Uno de los nuestros", cuando pacta con la fiscalía y señala a todos los miembros de la banda. Quiere rebajar su condena y asume un doble precio: el coste personal y la vida normal, distinta a la del delincuente.
¿Cómo es posible que pudiesen disfrutar de esa vida? El hombre que pacta con la fiscalía refleja con precisión su tipo de exceso: el exceso de avaricia. La avaricia es la clave del primer acto en esas tres películas de Scorsese.
Parece que ese es el umbral que traspasó Aldama en el tribunal ayer al implicar a varios ministerios, a una vicepresidenta, al Secretario de Organización del PSOE, al Presidente del Gobierno y a su esposa.
En las tres películas, las redes delictivas son complejas, pero todo gira siempre en torno a relaciones triangulares que avanzan con el combustible del exceso. Dentro del exceso, siempre hay un personaje más inclinado a las pasiones primarias. La pasión da la clave del segundo acto en la trilogía de Scorsese. En el plano de la realidad, podría parecer que Ábalos es el más pasional de todos. Pruebas ha dado de ello, aquí, en este estudio.
Ábalos nos ha dado y nos dará grandes momentos. Solo Joe Pesci ha brillado a su altura. Solo él, en "Casino", por ejemplo, demostró una enorme tensión entre la lealtad y lo pasional.
Aldama sirve para representar una avaricia excesiva, y Joe Pesci para demostrar cómo el exceso en las pasiones íntimas puede llegar a quebrar la amistad. Por menos de eso, podría haber caído algún ministro. Y, precisamente por eso, por el carácter, creo que Ábalos no traicionará a Sánchez.
Las tres películas, como decía, nos hablan de tres relaciones triangulares. Hemos perfilado dos de los vértices, pero para cerrar el polígono queda el tercer exceso. Es el poder, el control. Es la pulsión de la impunidad y la omnipotencia. En las tres películas, el tercer acto quiebra eso. El poder cae, justamente, por creerse impune y omnipotente. Da igual que acelere contra las reglas, acaba cayendo. No hay manual de resistencia al que agarrarse para poder seguir.
Ábalos es tan bueno como Joe Pesci, eso es así. Pero Sánchez no es mejor que Leonardo DiCaprio. Esa escena ya la vi antes, en "El lobo de Wall Street", cuando empezaron los problemas en los tribunales.
De eso trata el discurso que andan escribiendo para el Congreso del PSOE, que no sé si es lo más apropiado estando las cosas como están. Ellos verán. La historia ya está escrita, da igual. El exceso de avaricia, el exceso pasional y el exceso en el poder siempre terminan mal, tanto en el cine como en la realidad. Solo puede haber un mal final.
Y así termina la "banda sonora de hoy". Tengo que irme. Rafa, ¿no tendrás por ahí un cuchillo y una pala? Venía en el coche de Azpiroz y Colmenero y hemos escuchado unos ruidos en el maletero.