Si hay una palabra que nos puede definir en relación a la mentira es: ingenuidad. En general, somos muy ingenuos y nos hemos creído aquella leyenda urbana que nos decía que se cogía antes a un mentiroso que a un cojo; pero la realidad es muy tozuda y la mayoría de las mentiras pasan desapercibidas.
Los psicólogos nos dicen que las mentiras son responsables de gran parte de nuestro sufrimiento; sin embargo, a pesar de esta evidencia, la mayoría de la gente no es consciente de hasta qué punto el engaño y la manipulación están presentes en sus vidas; por ello, es tan importante descubrir las claves de las mentiras propias y ajenas. Hay quien mantiene que es imposible vivir sin mentir, que la mentira es una defensa necesaria en un mundo difícil como el actual, lleno de trampas y obstáculos. Pero, ¿cómo podemos sobrevivir a una existencia plagada de mentiras?
Cada vez observamos más como la mentira se ha generalizado y hay grandes intereses que se aprovechan de nuestras dosis de ingenuidad o de nuestra ausencia de “alertas” ante el engaño. Lo grave es que esta carencia puede condicionarnos y amargarnos la existencia.
Nos explica María Jesús Álava que una mentira es un acto voluntario y que hay personas que las dicen para evadirse de la realidad. Su consejo para detectar una es la observación, aunque advierte que cuanto mejor nos cae una persona, más nos costará identificarla ya que estamos más relajados.
La psicóloga afirma que cuento más débiles estamos emocionalmente, más manipulables somos y eso el mentiroso lo tiene en cuenta porque "es muy hábil para seleccionar a sus víctimas". Asegura que aunque escuchemos muchas mentiras, las que más daño hacen son las que nos decimos a nosotros mismos.