LAS CLAVES DE LA BRÚJULA

Todos los planetas gigantes tienen anillos: Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno

Nuestra sección de ciencia con el doctor en física y divulgador científico, Alberto Aparici.

ondacero.es

Madrid | 23.09.2024 20:13

La Tierra ¿un planeta con anillos?

Sí, pero hace mucho tiempo. Si les gusta la astronomía seguro que sabrán que los planetas del Sistema Solar tienen motes: Marte, por ejemplo, es “el planeta rojo”; Saturno, “el planeta con anillos”. Y a la Tierra la llamamos a veces “el pequeño punto azul”.

En esta sección hemos contado muchas veces que Marte no siempre fue rojo: hubo un tiempo, hace muchos millones de años, en que tuvo océanos y existió un “Marte azul”. Pero qué me dirían si les digo que la Tierra, nuestro planeta, tuvo anillos en el pasado. Como Saturno, pero en pequeñito.

¿De dónde sale esta idea de que la Tierra haya tenido anillos?

Esta idea sale de una investigación geológica, que de forma muy ingeniosa ha detectado una anomalía en rocas de hace 450 millones de años, en el periodo Ordovícico. Para que nuestros oyentes sepan cuándo se ubica eso, digamos que los primeros dinosaurios son hace 230 millones de años, así que estamos el doble de atrás en el tiempo. En el periodo Ordovícico aún no había animales en tierra y las plantas acababan de dar el salto fuera del océano. Era un mundo muy diferente al que conocemos.

Pero volviendo al anillo, lo primero que hay que decir es que nadie se debe extrañar de que la Tierra haya tenido un anillo. Es un fenómeno físico que le ocurre a los planetas y no es nada extraordinario. De hecho, en el Sistema Solar hay más anillos además de los de Saturno.

Los de Saturno son los más famosos porque también son los más espectaculares, pero todos los planetas gigantes tienen anillos: Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Hasta hace poco se creía que ser muy grande te ayudaba en ese sentido, que era más fácil tener anillos si eres un planeta gigante. Pero en los últimos 10 años se han encontrado anillos alrededor de mundos muy pequeños, todos mucho más pequeños que la Tierra. Así que esa idea está en revisión y no suena tan extraño que la Tierra haya podido tener un anillo.

¿Y de dónde salen los anillos? ¿Qué ha de pasar para que un planeta tenga un anillo?

Bueno, los anillos, físicamente, no tienen mucho secreto. Son sólo polvo y piedras que giran alrededor de un planeta. Vistos de lejos parecen un objeto sólido, pero en realidad son más bien una especie de nube de porquería dispersa por la órbita.

La pregunta entonces es cómo llega toda esa porquería a estar desparramada en torno a un planeta… y eso no lo hemos visto nunca en directo, pero nuestra mejor hipótesis es que el origen es la destrucción de una luna. Un cuerpo pequeñito que gira en torno al planeta y que si se acerca demasiado… ¡la gravedad lo destruye! Lo pulveriza.

¿La gravedad puede pulverizar una luna? ¿Cómo?

Por un efecto muy fácil de entender. La gravedad sabemos que es más intensa cuanto más cerca estás del planeta, ¿verdad? Pues si tenemos una luna en órbita, la parte que mira hacia el planeta se ve atraída con más fuerza que la que mira “hacia afuera”. O sea, que la gravedad estira a las lunas, les da como forma de melón. Este efecto normalmente es muy pequeñito, pero si la luna se acerca demasiado… el estiramiento es cada vez mayor y llega un momento en que ¡crac!, la luna se rompe.

Este efecto es el mismo que produce las mareas en los océanos de la Tierra. Las mareas no dejan de ser que los océanos están “amelonados” debido a las gravedades del Sol y de la Luna.

Según este estudio ¿la Tierra tenía una segunda luna hace millones de años y fue eso lo que formó el anillo?

No. Os lo he explicado con lunas porque es más fácil de entender, pero lo que cree este grupo de científicos es que un asteroide se acercó demasiado a nosotros. No chocó con la Tierra, pasó quizá a 5000 kilómetros de altura, pero fue suficientemente cerca para que la gravedad de la Tierra lo destruyera en al menos 20 ó 30 fragmentos, seguramente muchos más. Y esos fragmentos formaron este “anillo” un poco peculiar, que sería mucho más feo que los de Saturno, pero anillo es, al fin y al cabo.

Y esto, ¿cómo se sabe? ¿Cuáles son las pruebas científicas?

Son, fundamentalmente, dos. La primera es que en las rocas de ese periodo, hace 450 millones de años, incluyen material meteorítico. Muy pequeño, a veces es simplemente polvo de meteoritos mezclado con la roca, pero tienen como 100 ó 500 veces más polvo de meteorito de lo normal. Así que está claro que alrededor de esa época, algo cayó a la Tierra.

La prueba en favor de que ese “algo” fue un anillo y no otra cosa se acaba de publicar hace unas semanas, y es realmente ingeniosa. Lo que han encontrado es que durante 40 millones de años casi todos los cráteres producidos en nuestro planeta estaban cerca del ecuador.

¿Y qué tiene que ver eso con el anillo?

Los anillos siempre terminan colocándose en el ecuador. Incluso si empiezan teniendo cierta inclinación, las piedras que forman el anillo van chocando entre sí y terminan “cayendo” a la zona ecuatorial. Por eso los anillos de Saturno, y los de los otros planetas también, están siempre en el ecuador.

Una vez tienes el anillo situado en el ecuador queda la segunda parte: que los anillos no son eternos. Cuando están en órbitas tan bajas, la gravedad y el rozamiento con la atmósfera terminan haciendo que esas piedras caigan sobre la Tierra. Les cuesta un tiempo, seguramente muchos millones de años, pero terminan cayendo.

Lo que han hecho este grupo de científicos es decir “Vale, tenemos identificados 21 cráteres del periodo Ordovícico. Ahora mismo están repartidos por todo el planeta, pero ¿dónde estaban en el Ordovícico?”. Porque claro, los continentes se mueven, se han estado moviendo durante 450 millones de años.

O sea, que han “recompuesto el puzle”. Han recortado los continentes y los han colocado como estaban en esa época, y al hacerlo han visto que 18 de los 21 cayeron entre la latitud 30º y la -30º. O sea, en el ecuador. Si esos 21 impactos vinieran del espacio exterior deberían estar aleatoriamente distribuidos por la Tierra. Pero 18 de 21 estaban en los alrededores del ecuador. Esto apunta a que esas piedras ya estaban en órbita ecuatorial antes de caer. O sea, que formaban un anillo.

Y eso de que la Tierra tuviera un anillo ¿afectaba a la superficie de alguna manera?

Sí, desde luego el cielo debía de ser mucho más entretenido, porque las piedras más grandes se verían incluso durante el día, y por la noche el anillo reflejaría la luz del sol y de la Luna y aquello debió de ser increíble de presenciar.

Pero lo más intrigante es que esta “época del anillo” coincide con la mayor glaciación que ha visto la Tierra en los últimos 600 millones de años. Sabemos que las temperaturas se desplomaron en todo el planeta y que los hielos invadieron buena parte de los continentes. Esta glaciación, a su vez, produjo una extinción masiva, la Gran Extinción del Ordovícico, en la que el 85% de las especies marinas desaparecieron. Todo durante la época del anillo.

¿Hay alguna relación?

No está claro todavía. Es posible que los impactos de los trozos del anillo llenaran la atmósfera de polvo y provocaran una bajada de las temperaturas. Es posible incluso que el anillo “hiciera sombra” sobre la Tierra y eso contribuyera a la glaciación. Pero esto lo tienen que estudiar paleoclimatólogos, que nos digan si estas ideas tienen sentido, y eso no ha ocurrido aún. Es ciencia que está todavía por hacer.