LAS CLAVES DE LA BRÚJULA

El visceral arte de ofender: ¿cuál es el insulto más común de España?

Javier Gomá reflexiona sobre el poder y el alcance del insulto, un arte definido por la cultura y la sociedad que todos practicamos.

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Madrid |

Una mujer recibiendo insultos
Una mujer recibiendo insultos | Eleanor Jane / Pexels

Insultar es un hacer o decir. Los gestos, casi siempre con la mano, pueden ser insultantes (una peineta, unos cuernos), pero, por excelencia los insultos se expresan con palabras.

Un carácter performativo

No son palabras habituales, sino palabras performativas, “actos de habla”, que no sólo significan un acto, sino que son ellas mismas un acto que transforma la realidad. Si uno dice “Sí, quiero” en determinados contextos no sólo formula una declaración, sino que transforma la realidad al cambiar de estado civil del declarante.

Con los insultos pasa lo mismo: si uno dice “idiota” o “payaso” a otro, no trata de describirlo, sino de ofenderlo, de herirlo, de faltarle al respeto, de amenazar su buena imagen.

Este elemento intencional es imprescindible que se aprecia en todos sus sinónimos: ofender, agraviar, injuriar, vituperar, vilipendiar, denostar, denigrar, escarnecer...

Más de 8.000 insultos en Español

La riqueza y la creatividad lingüística relacionada con el insulto es extraordinaria. Es una creación colectiva del genio de un pueblo, como el humor. Un investigador contó más de 8.000 insultos en español: es todo un dialecto o lenguaje sectorial, como lo es el taurino, el marino o el de cetrería.

Etimológicamente, insultar viene de insultare, que viene de saltus, y que se relaciona con dar un salto para asaltar a alguien. Sugiere una forma de violencia: no una violencia física, sino gestual o principalmente verbal.

Camaradería a golpe de calumnia

Hay palabras corrientes que se usan también para el insulto: payaso, idiota. Hay otras que son específicamente insulto: gilipollas, idiota, cabrón. No puede faltar el elemento subjetivo: el deseo de ofender y herir, porque todos sabemos que a veces se usan palabras malsonantes en un contexto de camaradería. “¿Qué tal andas, cabrón? Hacía siglos que no te veía”, “Qué hijoputa eres, mariconazo”. Estos giros expresan cariño, e incluso admiración.

El insulto es idiosincrático: se insulta de forma diferente en cada lugar, según comunidad y costumbres. Hay estudios que señalan que en el Sur de Europa, a diferencia del Norte, siempre que aparece la madre es para ofender al destinatario.

El insulto nacional de España

Con todo, un estudio de la Universidad Nebrija ha dado como resultado cierta uniformidad nacional en España. El insulto campeón absoluto en todas las Comunidades de España es “gilipollas”. Después vienen “imbécil” y “cabrón”; en tercer lugar, “hijoputa”, “idiota”, “capullo”, “subnormal” y “payaso”.

Curiosamente, no se sabe bien la etimología de “gilipollas” y hay quien mantiene que procede del árabe,yihil, designando al bobo. Entre los jóvenes predomina el “gilipollas”, mientras que los más mayores prefieren “cabrón”.

Algunos de los temas recurrentes del insulto son: la capacidad intelectual ("tonto", "lerdo", "subnormal"), la orientación sexual, los rasgos corporales, el adulterio, la raza , la embriaguez o la deshonestidad.

Existen palabras que tienen un significado normal, pero que, por un acto creativo asombroso, son usados con intención de ofender. Uno de los curiosos es “taxista”, o “taxista tenía que ser”.

Insultos de importación

Hay insultos importados que han sido bien vertidos a nuestro idioma. "Bastardo", por ejemplo. Bastard en inglés suele traducirse por "cabrón", "malnacido", "desgraciado"... Pero no por bastardo, que en nuestro idioma sólo significa hijo ilegítimo. Sin embargo, en las películas suele verterse por bastardo: Malditos Bastardos (Inglourious Basterds, 2009) es un ejemplo de ello.

Existe la necesidad de distinguir el insulto de expresiones de germanía, expletivos, tacos o palabrotas, aunque a veces las fronteras son difusas.

El insulto en política

Hay un libro, en catalán, dedicado en especial al insulto político: El nom del porc, de Albert Om (1997) , que se nutría del vivero inagotable de Alfonso Guerra. Sin duda, la clase política es una de las fuentes más creativas de insulto.

Om dice que la política es uno de los ámbitos propios del insulto porque tiene como objetivo desacreditar al rival y destruir reputaciones. Hoy tenemos: “facha", fachosfera", "cayetanos”, y en otro lado, “perroflauta”, “populistas”, “bolivarianos” y algo que está más en la conversación privada que en la pública: “resentidos”.

Los límites de la ofensa

Existe un límite civil (la ley de protección del honor y propia imagen) y otro penal al libre ejercicio del insulto. El penal está en el artículo 208 del Código Penal: “Es injuria la acción o expresión que lesionan la dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia estimación. Solamente serán constitutivas de delito las injurias que, por su naturaleza, efectos y circunstancias, sean tenidas en el concepto público por graves”.

Borges y el arte de injuriar

En su libro Historia de la eternidad (1936), Borges incluye un breve ensayo llamado Arte de injuriar. No es muy bueno, pero Borges refiere tres anécdotas que ejemplifican el arte de la sátira o el sarcasmo:

  • Uno es la célebre parodia de insulto del doctor Johnson. “Su esposa, caballero, con el pretexto de que trabaja en un lupanar, vende géneros de contrabando”.
  • Otro es la injuria más espléndida que conozco: injuria tanto más singular si consideramos que es el único roce de su autor con la literatura. Dice así: “Los dioses no consintieron que Santos Chocano deshonrara el patíbulo, muriendo en él. Ahí está vivo, después de haber fatigado la infamia”.
  • Lo que refiere De Quincey: "A un caballero, en una discusión teológica o literaria, le arrojaron en la cara un vaso de vino. El agredido no se inmutó y dijo al ofensor: “Esto, señor, es una digresión; espero su argumento”.