Se viene el verano como una avalancha de bermudas, charangas, encuestas, chanelazo y crema solar. A estas alturas del año a uno le entra una cosilla festiva por los adentros y le dan igual ocho que ochenta. Poseído por el ritmo racatanga, el Govern de Cataluña ha obligado por decreto a las escuelas a incumplir la sentencia que obligaba a enseñar un 25% en castellano.
Los independentistas se independizan de los porcentajes. Cuando dicen que no hay que aplicar porcentajes a los idiomas se refieren a que el 100% de las horas deben de impartirse en catalán y el cero por ciento español. Los porcentajes no importan para el español, pero sí para el catalán. Al fin y al cabo, dicen, todos los niños salen hablando los dos idiomas.
Los líderes independentistas salen a ponerse de ejemplo del niño de la inmersión que habla perfectamente castellano. Ahora nos enteramos de que Rufián es María Moliner.
Una de las señas del desconocimiento de cualquier idioma es que la persona cree que sabe hablarlo. No hay más que ver lo bien que hablan los líderes independentistas.
Quieren decir que es un idioma que se aprende solo por ciencia infusa y por ósmosis. Este es un caso mágico por el cuál el idioma se aprende sin enseñarlo. Ahora que lo pienso, si las lenguas se aprenden así como por influencia del santísimo, para qué las enseñan. Les hacen ir al cole a los pobres pudiendo tenerlos todo el día tirándose de la tirolina del España ens roba y riéndose de los niños extremeños con lo divertido que es eso.
En mi Españita catalana ya no es que no se garantiza que se cumpla la Ley, es que obligan a la gente a saltársela. Oiga que la Ley dice lo contrario, ¡mejor!