Cuaderno por tanguillos. Termina el encuentro de jefes de Estado de la OTAN sin que quedemos como la chata. Muy al contrario. La imagen de Madrid y del país ha sido inmejorable, a las protestas no han ido ni a cobrar y al que se le ocurrió llevar a los líderes a cenar al Prado y hacerse la foto con las Meninas le vamos a mandar dos docenas de langostinos de Sanlúcar. Qué gusto poder dar la enhorabuena a Sánchez y decirle: “Pedro, has estado Cumbre”.
Tan cerca y tan lejos de la Madrid acorazada, en Cádiz han inaugurado una calle a las artistas Petróleo y Salvaora, dos de las primeras artistas transformistas de España. Bien, Kichi.
Me quedo un rato a vivir en las imágenes de la mañana en la Tacita. El sol tirándose desde las azoteas, geranios, bullicio y el barrio de La Viña en su divino laberinto de felicidades.
Del LGTBIQ+ nunca supe en qué letra vivía la Petróleo. La única identidad que cuenta en Cádiz es la del arte, la gracia y la grandeza. Al cruzármela por la calle, le gritaba: “Tete, qué guapa estás”, y ella me respondía que el que estaba guapo era yo.
A La Petróleo y la Salvaora les quiero poner yo una calle en este cuaderno por tanguillos. Hasta la bestia de cemento asfalto y cristal me llega la Petróleo en su gracia socarrona y otoñal de moño, de mantón como de Manila de cantar Café de Chinitas entre palmas y alegría cantaba la maricona, y de más años que el Teatro Romano. Viene con la voz rota por la emoción y el fumeque, resuelve con la sabiduría de tres mil años de historia, del juego enloquecido de las etiquetas y los carnets de bragueta: “Gracias a la gente que me quiere no por maricón si no por cómo soy como persona y como artista”. Cádiz siempre al rescate.