Traigo que en Madrid ha echado a llover una lluvia mansa, abundosa y caliente. Llueve sobre los escritores que firman en la feria del libro, llueve sobre los candidatos, llueve sobre el cierre de campaña en Maracena, llueve sobre la sospecha y sobre la decisión de la Fiscalía Anticorrupción de investigar la compra de votos en Melilla como una trama a gran escala que afecta a la manifestación de la voluntad popular, sobre eso también llueve.
En Ferraz llueve también, llueve más que en Blade Runner. Sánchez pone un circo y le llueven los casos de supuestas compras de votos y otras monerías del código penal. Uno de los de la lista de Valencia lo han detenido por ser de los Latin Kings. A la alcaldesa de Sos del Rey Católico la han denunciado por pinchar la luz del ayuntamiento durante doce años y en Albudeite, se investiga si compraban votos con droga. No van a dejar nada del código penal.
Sánchez ha salido a quejarse de los que embarran la campaña. Uy, hay barro, un poco como cuando entran los perros de la calle en casa y ponen la alfombra perdida. El barro, como la polarización es un refugio climatológico, hay barro, eh, se embarra, es una cosa ambiental, climatológica, nos hemos enfangado, como cuando se te mete el coche en el barro, como cuando metes el pie en un charco, qué mala suerte, a quién le vas a echar la culpa. El barro es una calamidad, un fastidio como mucho, todos nos hemos visto en ello, vaya por dios este barro que hace mirarnos los pies sucios de barro y no elevar la mirad a lo importante de lo bueno que es Sánchez. Pero llovió, hay barro, y estamos todos en esto, el que compra votos y el que lo denuncia, los dos, ahí, equivalentes, unos comprando votos y otros quejándose, haciendo barro, qué cochinada.