Hoy he apuntado a Doña Leonor en el Congreso de blanco como de tomar la alternativa en La Maestranza en primavera, blanco de bautismo y de boda con mi Españita. La vida tiene esas cosas, mientras todas las otras chicas cuando cumplen 18 años adquieren derechos, ella, heredera del trono de España, los estaba perdiendo, pues se desposaba con el deber, la renuncia y el compromiso.
Leonor desmintió la vuelta a la canción de Sabina que decía que en Madrid las niñas ya no quieren ser princesas. Hubo un tiempo en que las herederas eran heroínas del pueblo cuando escapaban de palacio con el novio rebelde y la contestación al padre. Mi Españita a Doña Leonor la quiere con sable, uniforme y bandera, himno y tapices del Palacio del Congreso de los Diputados, qué le vamos a hacer, algo tenía que salirnos bien.
Peláez contó el tiempo que duró el aplauso y le salieron 238 segundos más largos que el último verano. En España ya solo aplauden cuatro minutos a Morante de la Puebla y a Leonor de Borbón. En ese tiempo fuimos un país decente. Y eso que a Sánchez le vibraba el móvil con la llamada de Pere Aragonés para cerrar un pacto de investidura zombie con desconchones en las mejillas. Y eso que los contrarios a la corona se alborotaban en un Halloween de guillotinas y de amnistías. Pero eso no importaba.
Ay, Leonor, de blanco y ojos azul pureza como del cielo de Madrid que hoy se resistía a llover, tan joven y tan fuerte. Le dijo Sánchez que tenía el afecto y el respeto del Gobierno. Veremos si en esto cambia de opinión, pero esto lo sabremos otro día.
