Traigo las notas del diez de febrero, casi diez de junio. Le han dado el alta a Antonio Resines y es como si nos la hubieran dado un poco a todos. Me retiro la mascarilla, el gesto es un descaro pero menos que los tejemanejes del Gobierno con Kubati para dar a los presos de ETA lo que van pidiendo a cambio del apoyo a los presupuestos, según Arnaldo Otegi, que a estas horas ya parece Chanel con capucha. Al apoyo al Gobierno le llamaban en clave el doping. Las cosas de la gente de ETA, ya sabes: unos cachondos.
Se ha instalado este veranillo de febrero y en la gasolinera de M40 se siente uno como chiringuito de la playa de Copacabana. No sabe uno si echar veinte euros de gasolina o pedirse una piña colada. Temo encontrarme a Roberto Brasero con una cesta de frutas en la cabeza.
Me quedo a vivir en la viñeta de Puebla. Un niño y una niña se miran de frente nervios en el patio del colegio y se dicen: "¿Nos quitamos la mascarilla a la vez?". En la siguiente escena, rojos de vergüenza piensan uno del del otro: "Qué guapo es". Gente mirándose en la acera, eso éramos, gente evitándose. Aún escapamos los unos de los otros por el miedo de uno, por el miedo del otro, por el miedo del miedo que tiene el otro de uno.
Qué guapa me ha parecido hoy la gente sus narices, sus pómulos, las barbillas, las bocas, los labios, los dientes y los surcos nasofaríngeos. Son gente bella, gente asustada, gentes dispuestas a la vida, que es una cosa muy bella que a veces da un miedo horroroso. Con suerte hemos conseguido sobrevivir, ya es hora de echar a vivir.