A Sánchez le pegan unas ovaciones como si fuera Herbert Von Karajan. El presidente hace predicciones sobre el futuro que es como poner a uno del Pacma a hacer las crónicas de la feria de Sevilla. Me pertrecho detrás del sofá por lo que pueda venir. Dice que en mi Españita no habrá apagones ni racionamiento de butano. Si te digo la verdad, yo escucho a Sánchez decir que no habrá apagones y corro a la calle a comprar velas.
En medio de una crisis energética sin precedentes, crecerá el empleo, el PIB y el número de empresas. Europa entrará en recesión, pero a nosotros nos irá bien por lo que sea. El mundo saltará por los aires, nos pondremos ricos.
Sánchez habló cien minutos más que Núñez Feijoo. Más de una hora dándole palos. Más palos que a un pulpo para ponerlo blanco.
Al culparlo de los males de España, lo convierte en el presidente del Gobierno virtual y Sánchez hace de líder de la oposición. Le culpa hasta de las cosas de Galicia. Sánchez era el líder de la oposición gallega.
Según el presidente, a Feijóo le viven dentro los poderes mediáticos, bancarios, energéticos y cochinos que manejan al PP.
Igual usted se acuerda de cuando el sanchismo iba por ahí con la charanguita del Ibex con los últimos éxitos de James Rhodes y ahora resulta que conspiran contra él los cenáculos del poder económico.
No es mi deseo quebrantar la paz y la quietud de la noche con oscuros dilemas. Pero ahora me estoy imaginando qué pasaría si al votante le dan a elegir: Oiga, y usted qué prefiere, ¿que al presidente le susurre la cúpula empresarial o la cúpula de ETA? No se apure mucho. Hoy no tendrá que tomar la decisión. Eso será, mañana.