Hoy traigo las notas del 12 de diciembre en Tel Aviv ha caído un chaparrón violento y ruidoso como una lluvia de cohetes. Bajo la cúpula de hierro se duerme bastante bien, pero de pronto sales a cenar y no tienes paraguas. El diluvio tiene algo de apocalipsis líquido. Hamás bautizó los ataques terroristas como La Inundación de Al Aqsa e Israel les lanzó papeletas con versos coránicos que decían “Entonces el diluvio los alcanzó mientras persistían en su maldad”.
Necesitaría siete diluvios para limpiar todo el mal que he visto hoy en el Kibutz Nir Oz, que atacaron el 7 de octubre. Uno de cada cuatro habitantes está muerto o secuestrado, las calles son un espanto de escombros y triciclos abandonados y el aire guarda el perfume inconfundible del fuego, la sangre y la muerte. A un kilómetro de allí y bajo el fuego de la artillería Raffah suena como un gigantesco tambor.
Desde mi Españita me llega el eco de la bronca en el Congreso y el lío por las declaraciones de Abascal a Clarín en las que decía que la gente querría colgar a Sánchez por los pies. El otro día un pirado kirchenista con dos trenzas le tiro un botellazo a Milei. Mi amigo argentino Gonzalo Sánchez se que ya no hay magnicidas como los de antes.
Las metáforas las carga el diablo, pues a Abascal Patxi López lo va a denunciar por delito de odio. Será por metáforas pidiendo la muerte de los presidentes, Mertxe Aizpurua debe tener unas cuantas. Será por delitos, será por odio. Que los terroristas sean gudaris, a Sánchez no le debe molestar tanto, o es que entiende lo que quiere, será por el pinganillo.
