Notas del 29 de octubre, operación salida del verano. José Vega cree que no hay nada más cutre que decorar tu casa de Móstoles como si vivieras en Wichita. A mí ya me dan igual ocho que ochenta. Las niñas han rematado la decoración de Haloween de la casa colgando en al puerta el esqueleto de una mujer troglodita, un esqueleto de plástico bello, reciente, casi intacto como de simpatizante de ciudadanos esperando que Sánchez pactara la vía 221.
Nadia Calviño, última Coca Cola del desierto, estuvo ayer en la radio vestida de blanco-debut-de-novillero-sin-picadores. Es una mujer inteligente, directa, elegante y simpática. Es cierto que a estas alturas de octubre ha hecho unos presupuestos como de ir sin medias por Madrid. El Gobierno no ha sacado la ropa de octubre.
Sobre la buhardilla, cae un agua inquietante y fría como de subida de cinco puntos y medio de la inflación, crisis de superconductores, crisis de la energía, revisión de la política monetaria del BCE, caída del consumo de los hogares y sentencia condenatoria contra el PP por las obras de Génova. Esto es lo que Jesús Úbeda define en su último poemario como "Aneurismas a venir". No es pesimismo, es un presentimiento de que volverá a nevar en Navidades y una vibración como de sala de máquinas de buque metanero al ralentí frente a las costas de Senegal. En todas las salas de máquinas de todos los barcos hay un tipo que piensa en su mujer.
Cuando las cosas van mal, ahora se dice regulinchi. Cuando las cosas van regulinchi, mi amigo el Petardo dice: "Bueno, podría llover". Bien, pues ya está lloviendo.