Hoy traigo apuntado que ya se ven los efectos de la amnistía como medida de concordia. Está mi Españita más tensa que Sánchez en el polígrafo. Se están rasgando las investiduras por las manifestaciones frente a las sedes del PSOE. Hay gente quejándose de esto y cuando gobierna la derecha, pasa tanto tiempo en la calle que no sé cómo se acuerdan del número del portal de su casa.
No soy de manis de cercanía ni jarabe democrático. Tampoco de silbar a los presidentes del Gobierno ni a nadie. Prefiero acordarme de los muertos de en un silencio interior. Serán costumbres estúpidas propias de un tipo que ha vivido demasiado demasiados años, que ha visto demasiadas cosas, un burgués fachita, pollavieja de salón.
La derecha de la derecha -existirá si existe la izquierda de la izquierda- copia exactamente los patrones de comportamiento de la izquierda que pensaba que a esto solo jugarían ellos. Si se reduce el encuadre, resulta intolerable la mano que menea la valla del cordón policial, la bengala de la derechita Galatasaray, de lololo, xenofobia y visegrado. Otra mucha gente es gente cabal y educada. Si abres el plano, los mismos que denuncian a los manifestantes de Ferraz amnistían, contextualizan y santifican lo de Urquinaona, entienden a la izquierda abertzale y les asoma una furtiva lágrima recordando la épica quincemayista de los de Podemos cuando arrimaban en talleres de reiki y se hicieron ricos vendiendo guillotinas.
Dicen que la UIP en Cataluña tenía órdenes de aguantar más que un buzo, y ahora los ordenan gasear Cayetanos en Ferraz con un entusiasmo inusitado. Yo creo que al violento hay que acorralarlo, señalarlo y reprimirlo. Es fácil. La violencia es violencia, condenable, perseguible, no contextualizarle. No amnistiable por los intereses de cada cual, para entendernos.