Traigo que el Consejo Interterritorial de Salud ha adoptado unas medidas sanitarias rebonitas que ahora rechazan las comunidades. No mandan las comunidades, no manda el Gobierno, no manda Fernando Simón. Dime quién puñetas manda en España.
Pronto nos quitaremos la máscara y la mascarilla. Es un momento emocionante. Si te comes un caramelo de menta con la mascarilla puesta lloras más que viendo ‘La lista de Schindler’. Sucederá algún día, nadie sabe muy bien cómo, iremos por ahí sin embozarnos, sentiremos de nuevo el aliento de los demás. No seremos más guapos pretendidos. La mascarilla concede a nuestra belleza el beneficio de la duda. Imaginamos bajo el embozo figuras apolíneas, narices de Cleopatra, sonrisas que enseñan dientes más blancos que Bildu.
Salvo Yolanda Díaz -oh ministra Campanilla- estamos más guapos tapados. Susana Díaz va por el Susanato sonriendo de mitin en mitin. Luis Miguel Fuentes ha escrito que es una reina castiza que pone el acentillo y le dice a todo el mundo: “¿Qué pasa caniho?”. Asistimos a la tercera guerra púnica entre sanchismo y susanismo. Él ha perdido el aje. A ella la veo sonreír en las fotos, presa de ese optimismo socialista obrero español que se supone que deberíamos sentir para ir por ahí diciendo ole, quillo y trocotró.
Yo si te digo la verdad, no estoy muy flamenco. Ya casi no recuerdo el mundo que perdimos en el que veíamos las caras. Se me ha olvidado lo fea que era la gente.