Notas del 30 de noviembre. La Comisión Europea ha retirado una directriz de lenguaje inclusivo que invitaba a felicitar las fiestas para no molestar a los no cristianos. Ay, si yo le deseaba a la gente una feliz Navidad y resulta que le estaba nombrando a la madre. No lo entiendo muy bien pues si ese si no celebra la navidad, ¿qué más le da cómo la llamen? Se supone que no se nombra la navidad por si el interlocutor considera otras fiestas religiosas que ahora que lo pienso no podrán nombrar. Fiestas más minoritarias que los gobiernos pierden el culo por felicitar. Así es como el presidente te felicita el año del escarabajo, pero no la Navidad. Luego vienen los eufemismos: felices saturnales, feliz solsticio, feliz eso, o giros elípticos muy correctos: "Mamá: Viva Vigo".
El lenguaje inclusivo me parece que la mar de exclusivo. Es decir, que tú te planteas si estás con alguien si es cristiano, mahometano, adventista o pastafari y tienes miedo a si le va a molestar cualquier cosa porque lo sabes distinto. "El otro" es más "el otro" que nunca. Un hombre llamado Juan Luis piensa quién será ese que tiene delante, si es occidental caucásico un punto obeso, de género binario, quizás, no lo parece, pero ya estamos con las apariencias y no e gustaría estereotiparlo, mucho menos cosificarlo, y ese bigote… puede ser que alguno de sus antepasados haya sido racializado, acaso colonizado y debería pedir perdón en nombre de alguien. Tampoco le nombraré dónde he comido, pues quizás su hija mayor sea vegana estricta, digo, quién será. "Juan Luis, es tu padre". Me gustaba mucho aquel chiste que me contaba mi amigo Luisito en el que uno le preguntaba a otro: "Te conozco de algo" y este le responde: "Soy tu hermano". -"Sí, pero de eso no es".