Traigo las notas del ocho de febrero, fin de las mascarillas en exteriores y en los patios de los colegios. Hay niños que llevan dos años juntos en clase y se van a conocer ahora y se van a parecer feísimos. Niños sin cara, niños sin rostro, sin boca y sin sonrisa, niños amordazados, niños tristes, tímidos que ahora se niegan a enseñar s sonrisa de niños. Niños con fobia social y retraso madurativo, niños que es que se portan tan bien, y qué bien han llevado la pandemia. Aplausos en los balcones a los niños ya, ves, ni se quejan ni votan, y así les luce el pelo y el terapeuta.
En Mañuecoland Isabel Díaz Ayuso ha dicho que en estos años hemos visto a Franco volando en un helicóptero. La política está alcanzando un grado de abstracción extravagante que a mí me resulta impagable. Vimos a Franco en helicóptero, el día en que lo sacaron del Valle de Los Caídos y envolvieron la caja en un edredón. Me van a perdonar, pero yo veía que portaban un enorme brazo de gitano de chocolate.
Después se elevó sobre los pinos de Cuelgamuros. Tocotocotocotocotoco Sánchez lo retransmitió con 21 cámaras de cine. Vio más gente a Franco volando que la llegada del hombre a la Luna, el día se declaró festivo y España se agolpaba entre las tiendas de televisores. Han visto a Franco estaba en las tribunas, en las columnas, en los jueces, en los partidos, en los autos de los tribunales, en los carteles de la feria de San Isidro, en las terrazas de Madrid, en los chistes y en las latas de berberechos, porque para estar muerto, Franco no para. Lo que no habíamos visto hasta ahora es que al gobierno le costara más pactar con Ciudadanos que con Bildu, eso sí que ha resultado sorprendente.