Traigo a Pedro Sánchez -muzungu guapo-, diciendo dos veces en Kenia que estaba en Senegal. Uno de los placeres de la vida es viajar tanto como para olvidar el lugar en el que uno está, despertarse en un hotel de madrugada, desconocer la ciudad, el país y el continente y volver a dormirse plácidamente en un lugar indeterminado de la Tierra.
Si hoy es jueves, esto es Pretoria donde da Sánchez una rueda de prensa diciendo que el acuerdo del CGPJ -no hablan de otra cos los leones del Kruger-, que el acuerdo está listo.
Y Marisú Montero diciendo que conceden a Esquerra la reforma de la sedición. Así no acuerda el PP ni con un palo. Después, Sánchez hace sus sanchadas e la desjudicialización de la justicia en el Constitucional, señala a Feijoo como cómplice de sus cositas y echa al gallego a los pies de la jaca de Abascal (que galopa y corta el viento camini-to Visegrado).
La paradoja consiste en que para el votante de Feijoo, en lugar de bloquear el poder judicial lo estaba defendiendo. Eso y que cualquiera que pacte con Sánchez sale traicionado de la firma. Y tú me dirías que las fuerzas políticas se tienen que poner de acuerdo, pero se la ha colado a tanta gente que el que con él se adquiere un compromiso sobre un asunto y una fama de pringao. Hay una cola de traicionados por Sánchez que llega desde Moncloa hasta Ciudad del Cabo. En la cola de traicionados por Sánchez iban a poner un campo de refugiados.
La ley del fullero es implacable: si eres el primer engañado, la culpa es del que engaña. Si es el décimo, la culpa es tuya.