Hoy traigo que, haciendo buena noche, Prigozhin salió a la calle a estirar los tanques por la carretera de Moscú y Sánchez, los argumentos por los platós. Yo creo que si se metiera en una cueva hasta el 23 de julio con José Luis Rodríguez Zapatero, a Sánchez le iría mucho mejor que dando bolos pretendiendo que, con solo verle la gente se fuera a olvidar de su gestión.
Va a las teles a difundir nuevas teorías sobre la mentira, a ver: no se miente si cambian las circunstancias a otras distintas que cuando se hizo la promesa.
La promesa consiste en que se va a cumplir lo que se dice sean cuales sean las circunstancias. La promesa no se rompe, o es que la moral es un espejismo, un fenómeno alucinatorio en el que anda explicándose por las cosas que ha hecho, un poco como un condenado, un poco como un epitafio.
Sí que Sánchez admitió no haberse dado cuenta de la ola de los que decimos sanchismo, que estamos poseídos por la maldad. Nos van a echar cubos de agua bendita. Hubo aznarismo, marianismo y felipismo, pero decir sanchismo, es maldad, es trumpismo, no es fascismo, pero le falta el canto un duro. Es decir sanchismo y se te pone una cara de bolsonarista. Mira que los de Podemos han hecho una manifestación contra la elección de la presidenta de las Corts, dicen los periódicos que es una peligrosa señora católica y antiabortista, ¿qué será lo siguiente? ¿Una asesina en serie?
Que una mujer que está en contra del aborto presida un parlamento es intolerable, pero un condenado por terrorismo sea concejal del pueblo donde mató es perfecta normalidad democrática.
